Los orígenes, las dinámicas y el crecimiento del conflicto armado
Buena parte de los grupos armados de los años sesenta y setenta—
farc, epl, eln— diseñaron plataformas más propias de sindicatos y ligas agrarias que de guerrillas, pese al nombre de“ guerra campesina” que les daban a las episódicas acciones de sus pequeños núcleos rurales. Con frecuencia fue más radical y sectario el discurso en el mundo sindical urbano que en el rural, y ello no solo los expuso permanentemente a las fuerzas del Estado, sino que limitó su implantación sólida en núcleos obreros, estudiantiles o profesionales de clase media, dispuestos a acoger planteamientos revolucionarios, pero sin arriesgar demasiado.
Los aparatos armados utilizaron las demandas sociales y las estructuras organizativas de carácter esencialmente reivindicativo, como los sindicatos, para sus fines de expansión. Eso les significó pagar costos muy altos y recurrentes, no solo a quienes cumplían funciones propiamente militares, sino también a quienes desarrollaban tareas de formación ideológica y divulgación en el seno de los movimientos sociales. Ese afán instrumentador, entre otras razones, hizo imposible la implantación de las guerrillas en el mundo indígena del Cauca, cuya principal reivindicación histórica es la autonomía, tanto frente a los actores armados como frente al Estado.
Durante las décadas de 1960 y 1970, la lucha armada no tuvo una particular visibilidad en la escena nacional, debido al confinamiento de los grupos guerrilleros en zonas periféricas y al carácter incipiente de dichas organizaciones, tanto en el plano político como en el militar. Igualmente, la marginalidad de la guerra durante este periodo es explicable en buena medida por la política reformista del Frente Nacional. En efecto, pese a las restricciones democráticas sobre las cuales se erigió, la alianza bipartidista habilitó canales institucionales para la movilización social y para ampliar la competencia política en los ámbitos local y regional que servían de válvula de escape a los radicalismos.
La oposición política al Frente Nacional se expresó, aunque de forma limitada, a través de las disidencias en el seno del bipartidismo y de los canales institucionales diseñados para ello, poniendo incluso en riesgo la fórmula de alternación en el poder en la reñida competencia electoral
La tierra perdida. Los campesinos de la costa conquistaron sus tierras en los años 70 y volvieron a perderla en los 90. Fotografía: Archivo Revista Semana
por la Presidencia de la República entre el candidato oficialista y el de la Alianza Nacional Popular, anapo, en 1970. Por su parte, la ampliación democrática dentro del Frente Nacional fue respondida por la izquierda política, no exenta de una alta fragmentación, con una intensificación de su participación y una presencia social y política que contrastaría después con la marginalidad de la lucha guerrillera. A través del movimiento campesino y de la competencia electoral con la Unión Nacional de Oposición, uno, el Partido Comunista logró una representación política local y regional importante: 120 concejales y 9 diputados en las elecciones de 1972, así como 179 concejales y 12 diputados en la contienda de 1976. 44
Esta dinámica social y política marginó al movimiento armado, lo que se reforzó con la ofensiva continua de las Fuerzas Militares amparadas
44. Véase: Aguilera,“ El eln: entre las armas y la política”.
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