Por otro lado, los contaminantes inorgánicos, en su mayoría metales pesados, elementos como el plomo, el cadmio, el cromo, el mercurio, el zinc, o el cobre, pueden incorporarse a un sistema de abastecimiento de agua por medio de residuos industriales que son vertidos sin previos tratamientos, los que posteriormente se depositan en lagos, ríos y distintos sistemas acuíferos
Dichos elementos constituyen un grupo de gran importancia, ya que algunos de ellos son esenciales para las células, pero en altas concentraciones pueden resultar tóxicos para los seres vivos, organismos del suelo, plantas y animales, así que su presencia en el agua representa un peligro grave, por lo que se han desarrollado métodos para depurarla.
Este tipo de contaminantes convierten al agua en aguas residuales, producto de la extrema degradación de su calidad original. Cuando éste es el caso, eliminar los contaminantes del agua se convierte en una ardua labor, y se requieren métodos de separación mucho más complejos. La decantación y la centrifugación son dos de los procesos de separación que mejor se ajustan al objetivo de depurar el agua contaminada, esto porque aprovechan la diferencia de masa de las partículas y de densidad en relación con el solvente para conseguir la separación, aunque existen también complejos métodos, como la microfiltración, la ultrafiltración, y la nanofiltración, que aprovechan la diferencia de tamaños de las partículas que desean separar.
CONCLUSIÓN.
El problema con el agua es que es un recurso renovable que hemos explotado hasta volverlo limitado. El devenir de la humanidad y la sociedad ha traído consigo muchos beneficios, pero también ha arrasado brutalmente con los recursos que se le fueron dispuestos; tanto es así, que se prevé que, si la humanidad no cambia sus hábitos, hacia al 2050 el agua del mundo se habrá agotado ya, y no parece necesario aclarar el impacto que tal suceso tendrá sobre cada ser vivo en la Tierra.