De la montura
al asiento del panhard
Gómez se bajó del caballo y puso
de lado las victorias en las que se paseaba por Caracas para subirse a los
asientos de cuero de la limusina francesa que tenían en Miraflores cuando
en 1908 Cipriano Castro va a buscar
cura en Berlín y se queda sin la presidencia que su compadre Juan Vicente
hacía tiempo venía anhelando para sí.
Cuando en 1910 el general Juan
Vicente Gómez recién se había hecho
con todo el poder, la mayoría de los
vehículos que existían en Venezuela
estaban inutilizados por falta de repuestos. Tan sólo dos se encontraban en
condiciones de rodar. La causa principal de este inconveniente era, sin duda,
el costo de las piezas, pues la mayoría
de los autos provenían de Europa y el
gobierno acababa de aumentar considerablemente el flete marítimo.
Uno de los que se hallaba operativo era la limusina Panhard Levassor
traída en 1907. Por razones obvias
pocas veces utilizado por doña Zoila,
menos todavía por el general Castro,
bastante quebrantado de salud además
de asediado por el movimiento conspirativo que Gómez venía armando.
Existe el registro fotográfico [diario El Universal, Caracas, 1912] del
recorrido por el general Gómez a bordo de la limusina Panhard Levassor,
en uso por la Presidencia de la República, de la carretera recién pavimentada que cruzaba el Este del valle de
Caracas. También es conocida la fotografía [recogida igualmente por El
Universal, 1912], a propósito de la visita de Gómez a Maracay para una
reunión del alto gobierno.
Claro que el ferrocarril alemán era
utilizado con frecuencia para auxiliar el
largo viaje entre Caracas y Maracay. Ni
qué dudar que el automóvil se constituía
en parte del equipaje llevado por el séquito presidencial en aquellos días de
intrigas y asentamiento de la más larga
dictadura que ha conocido Venezuela.
Maracay era todavía una «aldehuela con calles anchas, rectas, de
barro apisonado, excelente queso,
carne gorda, mucho calor, muchos
árboles muy verdes y ese aire quieto,
pesado y fastidioso de las villas que
están en mitad de las dehesas y de los
sembrados».
Dos automóviles europeos
muy peculiares en los años veinte y treinta,
que rodaron por la capital y sus alrededores.
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