Fotografía por: Mauricio Díaz
“Salir a la calle y des-
aparecer en un instan-
te nos acorrala en un
miedo latente”
,y escuchamos entonces la música, gritando al uníso-
no que “la vida no vale nada, no vale nada la vida,
llorando siempre comienza y así llorando se acaba”.
Bailamos desinhibidos con la muerte de todos —y de
uno mismo— recostada al hombro, cantándole al oído
que “uno va a los viejos sitios donde amó la vida y
entonces comprende cómo están de ausentes las co-
sas queridas”, que a “las cosas simples se las lleva
el viento”. Baila mos en esa ausencia total con una
música alegre que nos deja saltar, gritar, liberarnos de
la carga de casi vivir y no poder hacer vida bajo una
letra que nos acurruca en la melancolía de un amor que
ya se fue: “cuando tú te hayas ido me envolverán las
sombras, cuando tú te hayas ido con mi dolor a solas,
evocaré el idilio de las felices horas…” Amor que se
le dedica a alguien, y que nosotros, en el fondo, le de-
dicamos a nuestra propia vida. Y cuando esta vida se le
quita de nuevo a alguien nos queda soltarnos en llanto
para gritar a la noche que “la vida en su avalancha te
arrastró, pero al salvarte hallar pudiste protección y
abrigo con que curar tu corazón herido por tanto do-
lor” , dolor que estamos cansados de cargar cuando se
intentan normalizar los casos.
México, nosotros, habitamos la región desmoronada
de la existencia, una impotencia por no poder amar el
afuera tan bello de paisajes por este miedo latente a
morir en el intento.
México, nosotros, caminamos a tientas, con unas ga-
nas cada vez más intensas por reclamar este derecho
a vivir, gritando en la inmensidad de la noche que la
vida nos duele; que sí empatizamos con el otro, a pe-
sar de resguardarnos ante las desgracias; que esta vida
que nos han dejado duele mucho como para recorrerla;
pero que así como son tres, somos todos: 1 que gritando
juntos nos afirmamos en el camino de la vida que me-
recemos habitar.
Somos una misma necesidad, una misma urgencia
por decirnos en tanta nadeidad. El arte vive en México
a cada caminar, y nos pronuncia para poder reclamar-
nos.
Habrá que servirnos con él y no perder el grito: lo
único que nos queda. Habrá que hacer resistencia y
enfrentarnos en el tiempo. ▪
Natalia Ulloa
Autarquía
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