Autarquía Número Diez | Page 15

“ La violencia y la impunidad se han ido introduciendo en el espacio público, logrando que las instituciones ya no sean ningún garante de respuestas, ni de diálogo y mucho menos de justicia”. datan desde el principio de lo humano, posibilitando a los familiares y amigos del difunto realizar un duelo a través de la tumba y la presencia simbólica( y real) del cuerpo. Es la“ habitación privilegiada que habilita la despedida” 3, ya que cuando el nombre de aquel que muere es inscrito en la lápida o urna junto con sus restos, se tiene la certeza de que fue un individuo que transitó por el mundo, que nació y murió, es decir, que perteneció a la historia, tuvo la propia y puede ser nombrado por otros para recordarse. La“ desaparición”, esta nueva forma de guerra pasiva, de estado de excepción, no permite tener víctimas de un delito, por lo que éste también queda flotando en un limbo inaccesible a lo penal. A la posibilidad del duelo le pasa lo mismo, ya que la esperanza de que los sujetos vuelvan vivos algún día subsiste en la imaginación de los familiares. La no-presentación de sus cuerpos deja en suspenso la certeza de su muerte, y como Flavio Meléndez menciona, en ausencia de estas condiciones, la realización de un duelo queda casi excluida, interrogándose incluso si la expresión“ estar de duelo” es adecuada ante estas circunstancias. No puedo ni siquiera imaginar el dolor de los familiares y seres queridos de Jorge, Marco y Daniel, ni de los tantos miles de desaparecidos que no han sido nombrados en México y que aún alguien espera encontrar. Ojalá que el peligro como una forma cotidiana de vivir no se torne en algo normal, y que sepamos encontrar nuevas maneras de replantear nuestros vínculos sociales e institucionales, además de exigir cuentas a aquellos que son intocables. Que nuestra subjetividad, nuestro deseo y nuestra voz no queden diluidas también en un mundo donde lo único que vale es aquello que produce un valor y un producto. Poder identificarnos y reconocernos a través del otro sigue siendo aún la mayor herramienta de la dignidad humana que ninguna institución puede quitarnos. ▪
Ilustración por: Julieta Alvarado

“ La violencia y la impunidad se han ido introduciendo en el espacio público, logrando que las instituciones ya no sean ningún garante de respuestas, ni de diálogo y mucho menos de justicia”. datan desde el principio de lo humano, posibilitando a los familiares y amigos del difunto realizar un duelo a través de la tumba y la presencia simbólica( y real) del cuerpo. Es la“ habitación privilegiada que habilita la despedida” 3, ya que cuando el nombre de aquel que muere es inscrito en la lápida o urna junto con sus restos, se tiene la certeza de que fue un individuo que transitó por el mundo, que nació y murió, es decir, que perteneció a la historia, tuvo la propia y puede ser nombrado por otros para recordarse. La“ desaparición”, esta nueva forma de guerra pasiva, de estado de excepción, no permite tener víctimas de un delito, por lo que éste también queda flotando en un limbo inaccesible a lo penal. A la posibilidad del duelo le pasa lo mismo, ya que la esperanza de que los sujetos vuelvan vivos algún día subsiste en la imaginación de los familiares. La no-presentación de sus cuerpos deja en suspenso la certeza de su muerte, y como Flavio Meléndez menciona, en ausencia de estas condiciones, la realización de un duelo queda casi excluida, interrogándose incluso si la expresión“ estar de duelo” es adecuada ante estas circunstancias. No puedo ni siquiera imaginar el dolor de los familiares y seres queridos de Jorge, Marco y Daniel, ni de los tantos miles de desaparecidos que no han sido nombrados en México y que aún alguien espera encontrar. Ojalá que el peligro como una forma cotidiana de vivir no se torne en algo normal, y que sepamos encontrar nuevas maneras de replantear nuestros vínculos sociales e institucionales, además de exigir cuentas a aquellos que son intocables. Que nuestra subjetividad, nuestro deseo y nuestra voz no queden diluidas también en un mundo donde lo único que vale es aquello que produce un valor y un producto. Poder identificarnos y reconocernos a través del otro sigue siendo aún la mayor herramienta de la dignidad humana que ninguna institución puede quitarnos. ▪

Julieta Alvarado
2
Adriana Cavarero, Horrorismo. Nombrando la violencia contemporánea, Antrophos, Barcelona, 2009, p. 32.
3
Helí Morales, Violencia de estado: exilio y desaparición forzada. Sexualidad y lazos sociales, Letra Viva, Buenos Aires, 2018, p. 21.
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