Literatura
Confesiones
apalabradas
Una noche de invierno, de esas donde la oscuridad tiende a imperar
dentro de la salvaje interioridad, escribí al calor del tecleo apresurado
esta melodía: fue un disparo al viento para humedecer la sequedad del
momento:
De repente toda la tormenta de huracanes pasionales e inseguridades
primigenias se unen al tiempo para hacerme sentir mal.
No hay seguridad en la identidad, en la conformación del interior, que
no se aquieta, que grita al viento por auxilio a la vitalidad. A pesar de
todo esto, continúa el desenfreno interior, la sorna del ego es sistemá-
ticamente destructora del epicentro de la madurez jamás alcanzada.
Hay que comenzar de nuevo a reconstruirte desde los cimientos frag-
mentados, de una vida desbordada. Es la batalla campal que tiene
lugar en el silencio de las voces recluidas que no se acallan.
De repente, el pasado emerge y grita por el miedo a la soledad, al pá-
nico a desaparecer y no ser nadie, en medio del bullicio estruendoso.
Nadie te ve, nadie siquiera es capaz de entender tu desazón agrio e
inexpresable. Tú mismo no dilucidas el agrietamiento existencial que
se escapa como una sustancia acuosa de angustia intempestiva.
Esos días que, de repente, la claridad y los sueños y la sensatez anhe-
lada, se ven carcomidas lentamente por el hermano amado. El padre
se vuelve contra el hijo y lo humilla sin el menor escrúpulo. Los otros
se convierten en fieras amenazantes. Los ruidos dilapidan la racio-
nalidad infecunda. Las búsquedas apasionadas del silencio se tornan
en sinuosos caminos donde el viento no sopla, ni los ríos fluyen en la
búsqueda de los manantiales prometidos.
¿Para qué serán esos días? En donde el cúmulo de la vida apesa-
dumbrada derriba el deseo de la lucha militante. Donde lo propio es
duda y la necedad es reacia a la caricia. El humor se esfuma entre el
recoveco astillado de las ventanas.
De repente, estás Tú y no está nadie. De repente, el fuego se ha en-
friado y la lágrima ha cesado. En ese momento, ¿a dónde mirará el
ojo del amante? ¿En dónde vibrará la piel del que espera?… De re-
pente, entre la turba y la asfixia la aporía encuentra una salida en el
vestíbulo menos pensado. Estás Tú, sin palabras, y reapareces como
quien espera que el arte transforme lo más corrupto y lo más pútrido
del espíritu humano.
De repente, aunque no me digas aquello que me dijiste y no me cantes
a susurros al oído como solías hacerlo, estás Tú. A pesar de que no
sea y no lo intuya, ni lo imagine. De repente, la nostalgia se torna
morada para ir hacia ti y quedarme en ese llamado antiguo, que se
añeja con el paso de los días y con el peso de los años. De repente Tú
y yo nos unimos nuevamente frente al mar, como aquella vez, como
en aquel lugar.
8
Autarquía
Es un escrito de liberación y asistencia. Breve y fecundo
para un momento bullicioso. La escritura libre y escurri-
diza ha estado ahí, en lo oscuro y lo luminoso, confor-
mándome y regenerándome continuamente. Me parece
que en el fondo eso son los poemas: intentos que preten-
den dar una versión de la conmoción que se está suscitan-
do durante la vida de uno mismo, y que busca caminos
para desplegarse en la comunión con otros. Es algo así
como develar una parte que habita en el indomable inte-
rior y que no encuentra el medio para ser expresado, sino
a través del ritmo decorativo de la metáfora, clara pero
siempre misteriosa, como dice Raúl Bañuelos.
Literatura llama literatura, afirmaba Fernando Del Paso.
Mi mamá y mi papá son amantes del diálogo y de la pa-
labra, de la reflexión constante y profunda. Cada vez que
nos encontramos, nos sentamos y no terminamos de dia-