Ensayo filosófico
La adoxografía es lo contrario a la axiología: si la segunda es el estudio de los valores, la primera es el estudio de lo que no tiene valor. Sin embargo, como los que valoramos somos los seres humanos, resulta que lo valioso y lo no-valioso se dice en función de lo que nosotros consideramos así. El problema es que los seres humanos no solemos estar de acuerdo en la mayor parte de nuestros asuntos, especialmente cuando se trata de los valores. Así que si Ud., mi estimado lector, considera que esto es una tontería, Ud. está leyendo una reflexión adoxográfica y lo más lógico sería que dejara de leer en este momento; así que si Ud. continúa leyendo, la que escribe no se hace responsable de las molestias, disgustos o locura que esto le pueda ocasionar. Además de lo anterior, considere Ud. que en nuestra época se suele identificar lo valioso con lo útil y lo útil con aquello por lo que vale la pena esforzarnos e invertir nuestro tiempo, así que— lo reitero— si Ud. se esfuerza en vano y pierde su tiempo, la responsabilidad es toda suya. Aunque de todas maneras, la vida es un esfuerzo en vano porque cuando Ud., lector, sea una obra acabada, estará también acabado, y ni siquiera podrá contemplar su obra. Ahora bien, respecto a perder el tiempo ¡ ya lo está haciendo!, y lo seguirá haciendo haga lo que haga, porque está invirtiendo su tiempo— recuérdelo— en una obra que sólo se acaba cuando se destruye. La vida es puro tiempo, y tiempo perdido desde la lógica de la utilidad. Hechas estas breves aclaraciones entremos en materia: La locura. No sé por qué se me pidió una reflexión sobre ese tema, tal vez se creyó que podía aportar experiencia al discurso … No importa, en última instancia es un tema que me ha apasionado desde que en mi adolescencia leí el Elogio de la locura de Erasmo de Rotterdam. No es que hubiese entendido mucho, pero el título del libro me resulta— hasta la fecha— apasionante. ¿ Se puede elogiar la locura? Algo a lo que muchos temen, a lo que rehúyen, una palabra que se dice como insulto, como etiqueta para descalificar, o en susurros, con vergüenza. ¿ Es elogiable? Para poder responder a esto habrá que hacer algunas precisiones. Por lo pronto, Erasmo de Rotterdam entendía por locura la estupidez: Estulticia, como la denomina. Una estupidez que puede significar tanto“ corto de miras” como“ necio” y, en su libro, la estupidez se burla con sorna de su entorno, se alaba a sí misma y con fina ironía socrática parece decir“ locos los que no saben que están locos, yo, al menos, sí lo sé”, denunciando con esto las estupideces racionales de los más razonables personajes de todas las clases sociales, especialmente las de los instruidos y estudiosos muy pagados de sí mismos. Pues bien, éste es el origen de mi fascinación por la locura, pero quiero de una vez excluir de este significado a la locura en sentido patológico. A la que es producida por el desequilibrio químico en alguna parte del cerebro o por alguna mutación genética. La excluyo porque no soy psiquiatra, ni psicóloga y, por lo mismo, no tengo autoridad para escribir como tal.
Aclarado este punto, y después de una ardua introspección o investigación de campo— lo que en este caso viene a ser lo mismo—, decidí empezar por la definición etimológica, pues las etimologías muchas veces nos muestran aspectos insospechados de las palabras, sus orígenes y su genealogía( por cierto Erasmo de Rotterdam también nos cuenta la genealogía de doña Estulticia en su texto). Sin embargo, resulta que los gramáticos no se ponen de acuerdo: que si viene del árabe, o que si del vasco; unos opinan una cosa, otros opinan otra, y entre tanta doxa y tratándose además del término“ locura”, decidí que lo más ortodoxo sería ser heterodoxo, y la etimologué yo misma, lo cual que me resultó mucho más sencillo que perderme en discusiones de gramáticos( cosa sobre la que nos previene mucho la Estulticia de Erasmo). Locura es un término que viene del latín Locus que significa lugar y que contiene el sufijo ura que significa resultado, así que evidentemente Locura es el resultado del lugar. Desde luego, yo me refiero al lugar mental, a lo que Aristóteles denomina τοποι o tópicos, lo que significa“ lugarcitos”: esos lugares donde nos ubicamos mentalmente y desde los que pensamos, actuamos, y convivimos con todo lo que nos rodea 1. Si lo pensamos bien, esos lugarcitos son nuestro único espacio en el universo; podemos cambiar de lugar mental, o estar en diversos lugares en diferentes circunstancias, pero no podemos estar si no es desde dentro, desde la mente. Si estoy inconsciente, yo no estoy realmente, lo que hay es un cuerpo sin saber que está ahí, lo que equivale a no estar. Ahora bien, nuestros lugarcitos son construidos socialmente, el bebé sólo se sabe un yo, gracias a los otros que lo constituyen. Tiene que estar vertido hacia afuera forzosamente, volcado al mundo exterior para, de ahí, ir tomando los elementos que lo harán estar dentro y saberse dentro o, por lo menos, tener un dentro. Así que el yo es un resultado del lugar, es literalmente una locura. Pero la locura puede ser funcional, pues si nos ubicamos en los lugares comunes, y heredamos tópicos de nuestro entorno, familia, sociedad y época, entonces el resultado es un yo funcional que va por la vida sabiendo moverse muy bien entre los múltiples yoes que lo generaron y lo multiplican. El yo funcional es un yo-masa. Sabe lo que hay que decir, hacer, callar, reproducir, etc., pero no sabe moverse fuera de estos lugares. En cambio, hay otros resultados del lugar, otras locuras, las de aquellos que, hijos del rompecabezas social que los constituye, logran desde esos elementos ir un poco más allá, o más acá, o a un lado, no importa. Lo que importa es que se posicionan en otros lugares, en lugares nuevos que ellos mismos moldean y modulan con su sensibilidad e inteligencia y que, por lo mismo, muchas veces( si no es que todas) no son estrictamente
4 Autarquía
1 Cfr. Aristóteles, Obras completas, Lógica,( libro 5: Tópicos), Editorial