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L a locura es disidencia, tumor malsano que amenaza al sentido común. El
loco, por convicción o inocencia, es irreductible al orden cotidiano, escapa
a las categorías, escapa a lo definible. Habitante del mismo mundo de los
que se autoproclaman cuerdos, procedente del mismo barro, balbuceante del
mismo lenguaje, el loco se reconoce etéreo, sin tiempo ni espacio que lo aten,
es el perpetuo exiliado, perpetuo andante hacia una tierra que no lo espera y
que tampoco encontrará.
Dice Michel Onfray que el nómada procede de la estirpe de Caín. El hombre
errante, incapaz de echar raíces, encuentra su génesis en el castigo consecuente
al pecado. Su andar constituye su maldición. No ha de reconocerse en ningún
pueblo, en ningún hogar. Es el pueblo mismo, el hogar, el que ha de prevenirse de
dejar entrar al hombre errante, al hombre maldito. Si la civilización
—el sedentarismo— es lo sano, el loco reticente a dejarse civili-
zar —el nómada— es la enfermedad. La sociedad ha de tomar
las medidas necesarias para no dejar que ese virus la infecte.
A la policía, a los medios de comunicación, a los políticos,
etc., les corresponde el combate a esta potencial amenaza,
les corresponde la supresión de lo extraño. El loco es un
extraño a suprimir o a ignorar (si se valora que no repre-
senta un grave riesgo).
El filme Nostalghia (Andréi Tarkovsky, 1983) es un
retrato poético de esta locura: secuencia de imágenes
que hace coincidir a tres dementes, vociferantes me-
lancólicos de un mismo mensaje. Es la figura del
loco, Domenico, el que verbaliza lo que el poeta
Andréi Gorchakov calla durante todo el filme; y
es el mismo Tarkovski el que, a través de una
alternancia de bellísimas imágenes de los
recuerdos del poeta, levanta el velo de
la nostalgia. Así, Italia sirve como un
escenario sobre el que se escenifica la
anhelada Rusia. Una Rusia en blanco
y negro, incolora, perdida. Es la Rusia
que dejó atrás Andréi: el poeta Andréi y el director Andréi,
ambos errantes, ambos disidentes, partícipes de la misma locura que anima la
alocución de un hombre sobre una estatua ecuestre.
Pero la locura, en todo caso, no es una mera condición, es una actitud. Actitud
ante el intento de supresión de lo diferente, de lo conceptualizable. La locura se
da como lucha, como confrontación, como acto de rebeldía. Y para el loco, como
un exiliado de la civilización, la rebeldía consiste en resistencia.
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Autarquía
Ilustración por: Saúl Langarica