Autarquía Cuarto número | Page 4

Ilustración por: Samantha Santana E l problema del mal está vinculado con la facultad humana de la li- bertad. En este breve ensayo, problematizaré la filosofía del célebre filósofo G.W.F. Hegel (1770-1831) y, en particular, el sentido que pro- porciona del sufrimiento humano en la Fenomenología del Espíritu (1807). Tal problematización se efectuará al contrastar la concepción dialéctica de la historia con un fenómeno contemporáneo que se ha erigido como un modelo para pensar el problema del mal, a saber: Aus- chwitz o los campos de concentración en la segunda guerra mundial. Inicio con una frase de la de G.W. F. Hegel y que era del agrado del Dr. Jorge Manzano Vargas SJ, finado: “Las heridas del es- píritu se curan, y no dejan cicatrices” (Hegel, 1 ) Desde la perspectiva de la Fenomenología del Espíritu los males naturales o morales, son considerados como una parte o momentos del proceso dialéctico de la totalidad –en Hegel, es común el uso del término «absoluto» para designar la totalidad de la realidad, tanto natural como histórica-. Dado que para Hegel la dinámica de la realidad está regida por un desen- volvimiento teleológico, se podría afirmar que el todo tiene prioridad sobre las partes y que el mal de éstas será superado y conciliado en una etapa posterior del devenir histórico. Dicho en otros términos, Hegel considera que el progreso y la reconciliación son inherentes al proceso histórico. Y, para efectos de mayor claridad, los ideales erigidos por la Revolución Francesa, así como por los pensadores de la Ilustración, la libertad y la igualdad, serían los Ideales Regulativos que habrían de orientar la voluntad moral y política, al grado de alcanzar la consuma- ción de dichos ideales en el Estado y el Derecho. Hegel postula, pues, la conciliación de la realidad y la racionalidad. En el Prólogo de la obra referida, Hegel considera que no está postulando un ingenuo optimismo, pues, considera con claridad el aspecto negativo de los acontecimientos históricos: “Pero la vida del espíritu no es la vida que se asusta ante la muerte y se mantiene pura de la desolación, sino la que sabe afrontarla y mantener- se en ella. El espíritu sólo conquista su verdad cuando es capaz de en- contrase a sí mismo en el absoluto desgarramiento”. (Hegel, 1, p.24). Resulta interesante observar el modo como Hegel considera que el espíritu conquista su verdad en el «absoluto desgarramiento», pues, es probable que si se traslada esta manera de pensar a los acon- tecimientos bélicos del