amplitud de esa definición la vuelve difícilmente operacionalizable. Por mi parte, en esta
breve reflexión propongo que nos fijemos no tanto en la caracterización precisa de los que
pueden considerarse movimientos sociales en la España de hoy, cuanto en el tipo de
proceso de cambio social que estos movimientos (o movidas, o movilizaciones) están
contribuyendo a impulsar.
¿CUÁNTA REALIDAD “POSIBLE” CABE EN UNA REALIDAD DADA?
Parto de la base de que las principales limitaciones para la construcción de una
alternativa progresista en España y en Europa tienen hoy menos que ver con la dimensión
del poder que con la de la hegemonía. En algún momento de los próximos años España
volverá a estar gobernada por la socialdemocracia, pero ¿con qué programa de gobierno?
La estructura dominante de finalidades de las sociedades más desarrolladas, tanto en su
encarnación neoliberal (representada por el paradigma thatcheriano TINA: There Is No
Alternative), como en esa versión soft de una socialdemocracia reducida a “utopía
racional” (Vargas Machuca y Quintanilla), ha acabado por generar un imaginario político
que sólo aspira a gestionar lo existente, entendiendo por tal aquello que hemos conocido
durante décadas: gestionar “esta” Constitución, “esta” Unión Europea, “esta” economía
de mercado, “esta” democracia representativa… Hay diferencias entre una perspectiva y
otra, claro que sí; como escribió El Roto en una de sus viñetas, “la izquierda y la derecha
parecen iguales, hasta que las ves de cerca”. Pero en un marco de interpretación de la
realidad que reduce tanto la distancia
entre el espacio del presente y el
horizonte de proyecto, que apenas si
deja resquicios para imaginar un futuro
posible que no sea mera prolongación
de lo existente, tales diferencias son
cada vez más coyunturales que
estructurales: tienen que ver con la
distinta gestión de “lo posible”
(distribuyendo de maneras bien distintas
costes, cargas y ventajas), pero no tanto
con la distinta capacidad de proyectarse hacia el mañana. Es en esta situación en la que
la aportación de los movimientos sociales se vuelve esencial.
Es habitual analizar los movimientos sociales desde el modelo teórico denominado
estructura de oportunidad política (Tarrow), que viene a sostener que a la hora de explicar
la eclosión de reivindicaciones y protestas ciudadanas, resulta fundamental tener en
cuenta las transformaciones, conflictos y quiebras que se producen en el contexto político
de las sociedades, transformaciones que son, en el fondo, las que permiten que tales
protestas tengan garantía de éxito. Las revoluciones y movimientos sociales surgen en
respuesta a la expansión de las oportunidades políticas de que puede disponer un grupo
social para desencadenar una acción colectiva, de manera que los movimientos, más que
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