Argumentos Socialistas Nº 3 Noviembre - Diciembre 2013 | Page 18
que reduzca radicalmente la elusión fiscal (tanto la ilegal como la “legal”11), hacia el
fortalecimiento del Estado del Bienestar. Nuestros mayores déficits de empleo, en
términos comparados con los países de nuestro entorno, no están en otro sitio que en los
servicios públicos y a la comunidad. Es de aquí de donde provendrán nuestras
potencialidades mayores en materia de creación de empleo. Empleos que deben ser
profesionalizados, cualificados, y no precarizados. Más de cinco puntos del PIB distancian
nuestro gasto social del de nuestros vecinos. De ahí que en prácticamente todas la
funciones de nuestro gasto social (vejez, supervivencia, enfermedad, familia, vivienda,
exclusión social...) nuestros niveles de protección sean muy inferiores a los de ellos.
Hasta el presente, y durante décadas, la política económica ha defendido que el gasto
social debía mantenerse bajo un férreo control, sin que se permitiera un crecimiento
superior al del PIB nominal12, basándose en dos argumentos: uno falso, que un mayor
gasto era insostenible (cuando los demás países llevan más de treinta años con un gasto
muy superior al nuestro), y otro interesado, que no había recursos para ello (cuando lo
que no se quería era reformar el sistema fiscal en la dirección de que algunas rentas
pagaran más impuestos y con mayor justicia para alcanzar así el nivel de ingresos de los
demás países). Bienestar y empleo. Un Estado del Bienestar organizado eficientemente,
desde luego, pero claramente mayor que el actual.
5. A modo de conclusión
Sin pretender elaborar aquí una política económica alternativa, se han tratado de señalar
algunos de los ejes (los principales, desde luego) que deberían ordenar y articular el
conjunto de las actuaciones de la política económica.
Todo ello podría resumirse en dos sencillos y elementales mensajes que reflejan y
caracterizan lo que debería ser otra política económica.
El primero, no repetir los errores del pasado, ni seguir la inercia de la orientación de la
política económica realizada durante los últimos veinte años, ni menos aún, desde luego,
la que se está realizando actualmente. Los tres datos ponen en evidencia el incontestable
fracaso de esa política económica: el mayor déficit comercial, la mayor tasa de paro, los
mayores niveles de desigualdad.
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El diseño en España de los principales impuestos directos (Renta y Sociedades) se caracteriza por una enorme vocación
desfiscalizadora de las rentas no salariales en el IRPF (capital, rentas empresariales, etc.), y los beneficios -especialmente de las
grandes empresas- en el de Sociedades, cuyos tipos efectivos son realmente exiguos. Por otro lado, se han de recuperar las figuras
impositivas directas, que gravan rentas y riqueza, que han desaparecido o han sido debilitadas (Sucesiones, Patrimonio, etc.).
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Lo que matemáticamente significaba establecer una restricción que conllevaría que nunca se podría cerrar la brecha que nos
separa de los demás países: ya que para que el gasto social aumente en porcentaje del PIB, ha de crecer por encima del incremento
del PIB nominal.
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