Argumentos Socialistas Nº 3 Noviembre - Diciembre 2013 | Page 16
diversas. En ausencia de políticas fuertes que aseguren el reciclaje profesional, una parte
mayoritaria de los seis millones (que es más de la cuarta parte de nuestro principal y casi
único potencial de fuerza de trabajo futura, como indican las poco ambiguas previsiones
demográficas) de desempleados solo podrán incorporarse a trabajos de muy bajo valor
añadido y escasa cualificación, y normalmente precarios. Sin esas políticas, además. una
minoría de desempleados, los mejor formados, saldrán más rápidamente del desempleo,
en tanto que la mayoría se ‘cronificarán’ en él, quedarán marginados del mercado laboral
y muchos, los de mayor edad (que son millones), pasarán del paro a las jubilaciones más
precarias. La situación puede ser a medio plazo dramáticamente paradójica:
desempleados sin formación real y utilizable marginados del empleo, y al mismo tiempo,
escasez (estrangulamiento) de fuerza de trabajo de formación adecuada debido a una
población en edad de trabajar decreciente durante las próximas décadas porque las
cohortes demográficas son cada vez más pequeñas. Si no se realizan robustas políticas
que resuelvan estos desajustes, los problemas económicos y sociales serán aún peor que
los que hemos padecido en el pasado.
En segundo lugar, un cambio en el mercado de trabajo. Para aprovechar el esfuerzo en
aumentar el capital humano, y convertirlo en mejoras de eficiencia y productividad del
sistema productivo, es preciso un funcionamiento completamente diferente de lo laboral,
tanto de forma global como en el nivel de las empresas. Formación y productividad son
antagónicas con la inestabilidad del empleo, por lo que la regulación del mercado de
trabajo debe modificarse para aumentar la flexibilidad interna, pero reduciendo la externa.
Esta segunda parte jamás se ha abordado en nuestro país. Se habla de la flexibilidad
interna, pero de nada sirve si la contratación y el despido continúan siendo mucho más
sencillos que articular sistemas avanzados de organización de la producción y del trabajo.
Y las reformas laborales siempre caminan en esa dirección y nunca hasta el presente en
la contraria. Todos los datos muestran tozudamente que en este terreno nuestras
diferencias con los demás países de nuestro entorno están ahí. La mentalidad económica
dominante sigue pensando más en bajar salarios que en aumentar productividad, cuando
las dos opciones son caras alternativas en la mejora de los costes de producción. La de
los salarios ya se ha probado y está agotada. Es preciso indicar a las empresas a través
de la regulación laboral que su esfuerzo sostenido tendrá que ser en la productividad y
que no podrá ser por más tiempo en los salarios.
El tercer eje alrededor del que debería ordenarse y estructurarse toda la política
económica, es la reindustrialización. Durante esta crisis se ha producido un desplome
sin precedentes de la base industrial española. Solo en parte, debido al hundimiento del
subsector de la construcción de viviendas, alrededor del cual se había desarrollado un
importante conjunto de actividades industriales. La insostenibilidad del desarrollo
hipertrófico de un sector estimulado por una gigantesca burbuja especulativa, a la que no
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