Según la ficha del doctor Giorgio Solimano hasta agosto de 1973 el
joven Pablo Neftalí había incurrido en las siguientes enfermedades:
rubéola, sarampión, peste cristal, bronquitis, enterogastritis, amigdalitis,
faringitis, colitis, torcedura de tobillo, disloque del tabique de la nariz,
contusiones a la tibia, traumatismo encéfalo craneano, quemadura en
segundo grado sobre el brazo derecho a consecuencia de querer rescatar
la gallina castellana de una cazuela e infección del meñique del pie
izquierdo tras pisar un erizo tan descomunal, que cuando Mario se lo
desclavó rajándolo vengativo, alcanzó para una cena de toda la familia
con el solo expediente de echarle un toque de pebre, limón y algo de
pimienta.
Eran tan frecuentes las corridas a la posta del hospital de San Antonio,
que Mario Jiménez puso los restos mortales del ya utópico pasaje a París
de pie para la compra de una motoneta, que le permitiera alcanzar veloz
y seguro el puerto cada vez que Pablo Neftalí se masacrara algún aspecto de su cuerpo. Este vehículo procuró otra clase de alivio en la familia,
ya que los paros y huelgas de los camioneros, taxistas y almaceneros se
hicieron cada vez más frecuentes, y hubo noches en que faltó hasta pan
en la hostería porque ya no se encontraba harina. La motoneta fue la
cómpl