ARDIENTE PACIENCIA - ANTONIO SKARMETA | Página 56

Grabó el movimiento del mar con la manía de un filatélico. Redujo su vida y trabajo, ante la ira de Rosa, a seguir los vaivenes de la marea, alta, del reflujo, del agua saltarina animada por los vientos. Puso la Sony en una soga, y la filtró entre las grietas del roquerío donde frotaban sus tenazas los cangrejos, y los huiros se abrazaban a las piedras. En el bote de don José, se introdujo más allá de la primera reventazón, y, protegiendo la grabadora con un trozo de nylon, logró casi el estereofónico efecto de olas de tres metros que, cual palitroques, iban a sucumbir en la playa. En otros días calmos, tuvo la suerte de hacerse del picotazo de la gaviota, cuando caía vertical sobre la sardina, y de su vuelo a ras del agua controlando segura en el pico sus postreras convulsiones. Hubo también una ocasión en que algunos pelícanos, pájaros cuestionadores y anarquistas, batieron sus alas a lo largo de la orilla, cual si presintieran que, al día siguiente, un cardumen de sardinas vararla en la playa. Los hijos de los pescadores recogieron peces con el simple expediente de hundir en el mar los baldes de juguete de los que se valían para construir castillos en la arena. Tanta sardina ardió sobre las brasas de las rústicas parrillas aquella noche que hicieron su agosto los gatos inflándose eróticos bajo la luna llena, y doña Rosa vio llegar hacia las diez de la noche un batallón de pescadores más secos que legionarios en el Sáhara. Al cabo de tres horas de vaciar chuicos, la viuda de González, desprovista de la ayuda de Mario que, en efecto, intentaba grabar para Neruda el tránsito de las estrellas siderales, perfeccionó la imagen de los legionarios con una frase que le asestó a don José Jiménez: «Ustedes están hoy más secos que mojón de camello». Mientras caían en la mágica maquinita nipona lúbricas abejas en los momentos que tenían orgasmos de sol contra sus trompas fruncidas sobre el cáliz de las margaritas costeñas, mientras los perros vagos ladraban a los meteoritos que caían cual fiesta de año nuevo sobre el Pacifico, mientras las campanas de H\