ARDIENTE PACIENCIA - ANTONIO SKARMETA | Página 54

Antonio Skármeta primera carta de mi vida tenía que venir con posdata! Ahora está todo claro, suegrita. La carta y la posdata. -Bueno -repuso la viuda-. La carta y la posdata. ¿Y por eso llora? -¿Yo? -Sí. -¿Beatriz? -Está llorando. -Pero cómo puedo estar llorando si no estoy triste. Si no me duele nada. -Parece beata en un velorio -gruñó Rosa-. Séquese la cara, y apriete el botón del medio de una vez. -Bien. Pero desde el comienzo. Hizo devolver la cinta, pulsó la tecla indicada, y ahí estaba otra vez la pequeña caja con el poeta adentro. Un Neruda sonoro y portable. El joven extendió la mirada hacia el mar, y tuvo el sentimiento de que el paisaje se completaba, que durante meses había cargado una carencia, que ahora podía respirar hondo, que esa dedicatoria, «a mi entrañable amigo y compañero Mario Jiménez», había sido sincera. -«Posdata» -oyó otra vez embelesado. -Cállese -dijo la viuda. -Yo no he dicho nada. Quería mandarte algo más aparte de las palabras. Así que metí mi voz en esta jaula que canta. Una jaula que es un pájaro. Te la regalo. Pero también quiero pedirte algo, Mario, que sólo tú, puedes cumplir. Todos mis otros amigos o no sabrían qué hacer, o pensarían que soy un viejo chocho y ridículo. Quiero que vayas con esta grabadora paseando por isla Negra, y me grabes todos los sonidos y ruidos que vayas encontrando. Necesito desesperadamente aunque sea el fantasma de mi casa. Mi salud no anda bien. Me falta el mar. Me faltan los pájaros. Mándame los sonidos de mi casa. Entra hasta el jardín y deja sonar las campanas. Primero graba ese repicar delgado de las campanas pequeñas cuando las mueve el viento; y luego tira de la soga de la campana mayor, cinco, seis veces. ¡Campana, mi campana! No hay nada que suene tanto como la palabra campana, si la colgamos de un campanario junto al mar. Y ándate hasta las rocas, y grábamela reventazón de las olas. Y si oyes gaviotas, grábalas. Y si oyes el silencio de las estrellas siderales, grábalo. París es hermoso, pero es un traje que me queda demasiado grande. Además, aquí es invierno, y el viento revuelve la nieve como un molino la harina. La nieve sube y sube, me trepa por la piel. Me hace un triste rey con su túnica blanca. Ya llega a mi boca, ya me tapa los labios, ya no me salen las palabras. Y para que conozcas algo de la música de Francia, te mando una 54