ARDIENTE PACIENCIA - ANTONIO SKARMETA | Page 43

El cartero de Neruda de aquí me saca. Usted me regaló sus libros, me enseñó a usar la lengua para algo más que pegar estampillas. Usted tiene la culpa de que yo me haya enamorado. -¡No, señor! Una cosa es que yo te haya regalado un par de mis libros, y otra bien distinta es que te haya autorizado a plagiarlos. Además, le regalaste el poema que yo escribí para Matilde. -¡La poesía no es de quien la escribe, sino de quien la usa! -Me alegra mucho la frase tan democrática., pero no llevemos la democracia al extremo de someter a votación dentro de la familia quién es el padre. En un arrebato, el cartero abrió su bolsón y extrajo una botella de vino de la marca predilecta del poeta. El vate no pudo evitar que a la sonrisa siguiera una ternura muy semejante a la compasión. Avanzaron hasta la sala, levantó el fono y discó. -¿Señora Rosa viuda de González? Le habla otra vez Pablo Neruda. Aunque Mario quiso oír la réplica por el auricular, ésta sólo alcanzó el sufrido tímpano del poeta. -«Y aunque fuera Jesús con sus doce apóstoles. El cartero Mario Jiménez jamás entrará en esta casa.» Acariciándose el lóbulo, Teruda hizo vagar su mirada hacia el cenit. -Don Pablo, ¿qué le pasa? -Nada, hombre, nada. Sólo que ahora sé lo que siente un boxeador cuando lo noquean al primer round. 43