ARDIENTE PACIENCIA - ANTONIO SKARMETA | Page 34

Antonio Skármeta del anular de su mano, preguntó con la voz de un pajarito: -¿El anillo? La mujer había jurado no llorar más en su vida después de la muerte de su legítimo marido y padre de Beatriz, hasta que hubiera otro difunto tan querido en la familia. Mas esta vez, por lo menos una lágrima pugnó por saltarle de sus córneas. -Sí, mijita. El anillo. Haga su maletita tranquilita, no más. La muchacha mordió la almohada, y después, mostrando que esos dientes, aparte de seducir, podían deshilachar tanto telas como carnes, vociferó: -¡Esto es ridículo! ¡Porque un hombre me dijo que la sonrisa me aleteaba en la cara como una mariposa, tengo que irme a Santiago! -¡No sea pajarona! -reventó también la madre-. ¡Ahora tu sonrisa es una mariposa, pero mañana tus tetas van a ser dos palomas que quieren ser arrulladas, tus pezones van a ser dos jugosas frambuesas, tu lengua va a ser la tibia alfombra de los dioses, tu culo va a ser el velamen de un navío, y la cosa que ahora te humea entre las piernas va a ser el horno azabache donde se forja el erguido metal de la raza! ¡Buenas noches! 34