ARDIENTE PACIENCIA - ANTONIO SKARMETA | Page 33

El cartero de Neruda La mujer se pasó el pulgar por la nariz igual que los boxeadores profesionales. -«Un par de metáforas.» ¿Te has visto como estás? Agarró a la chica de la oreja y la trajo hacia arriba, hasta que sus narices quedaron muy juntas. -¡Mamá! -Estás húmeda como una planta. Tienes una calentura, hija, que sólo se cura con dos medicinas. Las cachas o los viajes. -Soltó el lóbulo de la muchacha, extrajo la valija desde abajo del catre y la derramó sobre la colcha-. ¡Vaya haciendo su maleta! -¡No pienso! ¡Me quedo! -Mijita, los ríos arrastran piedras y las palabras embarazos. ¡La maletita! -Yo sé cuidarme. -¡Qué va a saber cuidarse usted! Así como la estoy viendo acabaría con el roce de una uña. Y acuérdese que yo leía a Neruda mucho antes que usted. No sabré yo que cuando los hombres se calientan, hasta el hígado se les pone poético. -Neruda es una persona seria. ¡Va a ser presidente! -Tratándose de ir a la cama no hay ninguna diferencia entre un presidente, un cura o un poeta comunista. ¿Sabes quién escribió «amo el amor de los marineros que besan y se van. Dejan una promesa, no vuelven nunca más»? -¡Neruda! -¡Claro, pu’, Neruda! ¿Y te quedas tan chicha fresca? -¡Yo no armaría tanto escándalo por un beso! -Por el beso no, pero el beso es la chispa que arma el incendio. Y aquí tienes otro verso de Neruda: «Amo el amor que se reparte, en besos, lecho y pan». O sea, mijita, hablando en plata, la cosa es hasta con desayuno en la cama. -¡Mamá! . -Y después su cartero le va a recitar el inmortal poema nerudiano que yo escribí en mi álbum, cuando tenía su misma edad, señorita: «Yo no lo quiero, amada, para que nada nos amarre, para que no nos una nada». -Eso no lo entendí. La madre fue armando con sus manos un imaginario globito que comenzaba a inflarse sobre su ombligo, alcanzaba su cenit a la altura del vientre, y declinaba al inicio de los muslos. Este fluido movimiento lo acompañó sincopando el verso en cada una de sus sílabas: «Yo-no-lo-quie-ro a-ma-da pa-ra que na-da nos a-ma-rre pa-ra que no nos u-na na-da». Perpleja la chica terminó de seguir el turgente desplazamiento de los dedos de su madre y entonces, inspirada en la señal de viudez alrededor 33