Antonio Skármeta
-¿Y él?
-El me miró también. Y después dejó de mirarme a los ojos y se estuvo un largo rato mirándome el pelo, sin decir nada, como si estuviera
pensando. Y entonces me dijo: «me falta tiempo para celebrar tus cabellos, uno por uno debo contarlos y alabarlos».
La madre se puso de pie y cruzó delante de su pecho las palmas de las
manos, horizontales como los filos de una guillotina.
-Mijita, no me cuente más. Estamos frente a un caso muy peligroso.
Todos los hombres que primero tocan con la palabra, después llegan más
lejos con las manos.
-¡Qué van a tener de malo las palabras! -dijo Beatriz abrazándose a la
almohada.
-No hay peor droga que el bla-bla. Hace sentir a una mesonera de
pueblo como una princesa veneciana. Y después, cuando viene el
momento de la verdad, la vuelta a la realidad, te das cuenta de que las
palabras son un cheque sin fondo. ¡Prefiero mil veces que un borracho te
toque el culo en el bar, a que te digan que una sonrisa tuya vuela más
alto que una mariposa!
-¡Se extiende como una mariposa! -saltó Beatriz.
-¡Que vuele o que se extienda da lo mismo! ¿Y sabes por qué? Porque
detrás de las palabras no hay nada. Son luces de bengala que se deshacen en el aire.
-Las palabras que me dijo Mario no se han deshecho en el aire. Las sé
de memoria y me gusta pensar en ellas cuando trabajo.
-Ya me di cuenta. Mañana haces tu maleta y te vas unos días donde
tu tía en Santiago.
-No quiero.
-Tu opinión no me importa. Esto se puso grave.
-¡Qué tiene de grave que un cabro te hable! ¡A todas las chiquillas les
pasa!
La madre hizo un nudo en su chal.
-Primero, que se nota a la legua que las cosas que te dice se las ha
copiado a Neruda.
Beatriz dobló el cuello y miró la pared como si se tratara del horizonte.
-¡No, mamá! Me miraba y le salían palabras como pájaros de la boca.
-Como «pájaros de la boca». ¡Esa misma noche haces tu maleta y
partes a Santiago! ¿Sabes cómo se llama cuando uno dice cosas de otro
y lo oculta? ¡Plagio! Y tu Mario puede ir a dar a la cárcel por andarte
diciendo... ¡metáforas! Yo misma voy a telefonear al poeta, y le voy a decir
que el cartero le anda robando los versos.
-¡Cómo se le ocurre, `ñora, que don Pablo va a andar preocupándose
de eso! Es candidato a la presidencia de la república, a lo mejor le dan el
Premio Nobel, y usted le va a ir a conventillear por un par de metáforas.
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