Antonio Skármeta
un libro suyo, eso significa que ganaremos.
-¿«Ganaremos»?
-Claro, yo voy a votar por usted de todas maneras.
Agradezco tu apoyo.
Neruda dobló los restos mortales del telegrama y los sepultó en el bolsillo trasero de su pantalón. El cartero lo estaba mirando con una expresión húmeda en los ojos que al vate le recordó un cachorro bajo la llovizna de Parral.
Sin una mueca, dijo:
-Ahora vamos a la hostería a conocer a esa famosa Beatriz González.
-Don Pablo, está bromeando.
-Habló en serio. Nos vamos hasta el bar, probamos un vinito, y le
echamos una mirada a la novia.
-Se va a morir de impresión si nos ve juntos. ¡Pablo Neruda y Mario
Jiménez tomando vino juntos en la hostería! ¡Se muere!
-Eso sería muy triste. En vez de escribirle un poema habría que confeccionarle un epitafio.
El vate echó a andar enérgicamente, pero al ver que Mario se quedaba
atrás embobado en el horizonte, se dio vuelta y le dijo:
-¿Y ahora qué pasa?
Corriendo, el cartero estuvo pronto a su lado y lo miró a los ojos:
-Don Pablo, si me caso con Beatriz González, ¿usted aceptaría ser el
padrino de la boda?
Neruda se acarició la barbilla perfectamente rasurada, fingió cavilar la
respuesta, y luego se llevó un dedo apodíctico a la frente.
-Después que nos tomemos el vino en la hostería, vamos a decidir
sobre las dos cuestiones.
-¿Cuáles dos?
-La Presidencia de la República y Beatriz González.
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