ARDIENTE PACIENCIA - ANTONIO SKARMETA | Page 17

El cartero de Neruda -Te mareaste. -¡Claro! Yo iba como un barco temblando en sus palabras. Los párpados del poeta se despegaron lentamente. -«Como un barco temblando en mis palabras.» -¡Claro! -¿Sabes lo que has hecho, Mario? -¿Qué? -Una metáfora. -Pero no vale, porque me salió de pura casualidad, no más. -No hay imagen que no sea casual, hijo. Mario se llevó la mano al corazón, y quiso controlar un aleteo desaforado que le había subido hasta la lengua y que pugnaba por estallar entre sus dientes. Detuvo la caminata, y con un dedo impertinente manipulado a centímetros de la nariz de su emérito cliente, dijo: -Usted cree que todo el mundo, quiero decir todo el mundo, con el viento, los mares, los árboles, las montañas, el fuego, los animales, las casas, los desiertos, las lluvias... -... ahora ya puedes decir «etcétera». -... ¡los etcéteras! ¿Usted cree que el mundo entero es la metáfora de algo? Neruda abrió la boca, y su robusta barbilla pareció desprendérsele del rostro. -¿Es una huevada lo que le pregunté, don Pablo? -No, hombre, no. -Es que se le puso una cara tan rara. -No, lo que sucede es que me quedé pensando. Espantó de un manotazo un