ARDIENTE PACIENCIA - ANTONIO SKARMETA | Page 14

Crecido entre pescadores, nunca sospechó el joven Mario Jiménez que en el correo de aquel día habría un anzuelo con que atraparía al poeta. No bien le había entregado el bulto, el poeta había discernido con precisión meridiana una carta que procedió a rasgar ante sus, propios ojos. Esta conducta inédita, incompatible con la serenidad y discreción del vate, alentó en el cartero el inicio de un interrogatorio, y por qué no decirlo, de una amistad. -¿Por qué abre esa carta antes que las otras? -Porque es de Suecia. -¿Y qué tiene de especial Suecia, aparte de las suecas? Aunque Pablo Neruda poseía un par de párpados inconmovibles, parpadeó. -El Premio Nobel de Literatura, mijo. -Se lo van a dar. -Si me lo dan, no lo voy a rechazar. -¿Y cuánta plata es? El poeta, que ya había llegado al meollo de la misiva, dijo sin énfasis: -Ciento cincuenta mil doscientos cincuenta dólares. Mario pensó la siguiente broma: «Y cincuenta centavos», mas su instinto reprimió su contumaz impertinencia, y en cambio preguntó de la manera más pulida: -¿Y? -¿Hmm? -¿Le dan el Premio Nobel? -Puede ser, pero este año hay candidatos con más chance. -¿Por qué? -Porque han escrito grandes obras. -¿Y las otras cartas? -Las leeré después -suspiró el vate. -¡Ah! Mario, que presentía el fin del diálogo, se dejó consumir por una ausencia semejante a la de