Aprendizaje Colegial e Innovación UNAD 2 | Page 5

pudo soslayar la situación. Mandó al chofer que se estacionara y la ayudara a separarnos, pues no se creía capaz de entrar a saco en un pleito de publicanos y fariseos. Yo apretaba con más fuerza. Las españolas restantes intervinieron; me tapaban la nariz, me hacían cosquillas. Yo apretaba con más fuerza y Rosa aullaba sin pudor alguno; tampoco intentaba defenderse, sólo suplicaba que dejara de martirizarla. Por fin, tuve que respirar y la solté. Estrellita la consoló entre sus brazos en tanto me reprendía con toda clase de amenazas. Ni siquiera me importó, había triunfado y me auto reconocía del camión y jamás se buenas mexicanas, manifestaron una disimulada solidaridad y una tibia simpatía aunque las hubiera liberado. Hasta Pepa Pineda se limitó a sonreírme procurando no ser muy notable. Protagonista metería de una otra vez hazaña. Rosa no conmigo. Regresé volvería a con mis encarnar al compañeras demonio que, Al llegar a mi casa, Estrellita condenó mi salvajismo y puso a la luz del farol que había en el portón la prueba irrefutable, el cachete magullado de Rosa, ante mis padres, que quedaron atónitos. Mi madre no supo qué responder; mi padre prometió hablar conmigo.— Lo seguí hasta la sala, nos sentamos cada uno en un sillón y expliqué lo sucedido. se—… es que acabo de honrarte. A mi padre se le extendieron los labios con una sonrisa lozana y en la pupila le revoloteó una chispita juguetona. Sacó un billete de cincuenta pesos y me lo dio para que se me pasara la bilis pensando en gastarlo. Durante los minutos iníciales de la próxima lección, acabara de conocerme y mi persona le inspirara el tema que capitales y su contrapartida, las siete virtudes. Contra ira, humildad, sentenció. Y dirigiéndose a mí: Estrellita me debía tratar: paciencia. observó como si los siete pecados Contra soberbia,—¿ Sabes cuál es el castigo destinado a los soberbios?— Dijo algo irónico, y añadió misteriosa como sibila—: Los denigra la Divina Providencia … Había una muchacha de vida fácil que al caminar saltaba e imitaba a un conejo, igual que tú, para que sus rizos parecieran tirabuzones. ¿ Imaginas qué le ocurrió?— Con un movimiento contesté negativamente, víctima del terror—. Pues bien, una mañana se contemplaba frente al espejo y vio la belleza de su abundante cabellera negra adornando la propia calavera … Sin responder, instintivamente me puse las manos sobre la cara y comprobé que todavía no eran huesos mondos y lirondos.— Y de la muchacha de vida fácil— continuó Estrellita con un susurro casi inaudible de tan finito y tembloroso—, supimos que se trasquiló a rape como pelona de hospicio y se escondió en un agujero. El paréntesis alusivo encontró epílogo en el coro de vocecitas que repetían incansables: contra gula, templanza; contra ira, paciencia; contra lujuria, castidad; contra avaricia, largueza; contra pereza, diligencia; contra soberbia, humildad; contra envidia, caridad. Y los ecos retumbaban por las paredes y salían al jardín y trepaban hasta las cornisas afrancesadas y brincaban hacia las copas de los árboles y se perdían entre los arriates sembrados de florecitas de san Juan. Cuando entendimos que en el Infierno los pecadores sufren castigos eternos y en la Tierra algunos reciben su merecido, que Luzbel anda suelto y dispuesto a pegarle sustos a cualquiera, que las ánimas regresan del Purgatorio arrastrando cadenas, símbolo de ataduras mundanas, llegó comunión y su arzobispo María Martínez, pompa y todo su ofició en olorosa a nardos y claveles, convertida en ascua a la vera del Paseo de la Reforma. Me pusieron un vestido de organiza lleno de alforjas, botoncitos y rejillas. Mi abuela me la primera con toda su ritual.