acercó a la cama donde dormía de un humo violáceo . Al día siguiente , los brazos de la muchacha presentaban quemaduras impresas por las garras de Satanás y en el suelo , pintado con tiza negra y letras góticas , había un letrero que explicaba las causas del castigo . Aquella joven no honraba a sus padres . ¿ Vosotras haréis lo mismo , niñas ? Como un orfeón respondíamos que no . Unas dejaban mover la barbilla haciendo pucheros , otras permitían que les castañetearan los dientes . Estrellita nos miraba satisfecha , comprobaba la eficacia de sus lecciones y nos organizaba para buscar nuestros útiles en el salón y volver a nuestras casas . Nos juntábamos por parejas cuidándonos las espaldas . Pensábamos que el demonio nos perseguía dispuesto a extender sus garfios ardientes para dejarnos su marca ; apenas atisbábamos temerosas la parte final de los sótanos que no había sido iluminada y se nos figuraba una caverna oscura donde habitaban espíritus adversos que tarde o temprano impondrían su presencia atroz . Las españolas encontraban nuevamente su feudo en el camión . Se apostaban a la entrada , cerca de la hermana Estrellita , y desde ese lugar privilegiado designaban sitios : — Tú acá , tú allá . Vosotras en la parte trasera — ordenaban a las más pequeñas , las que mudábamos dentadura y nos preparábamos para la primera comunión . que — Veamos — dijo Rosa Huerta dirigiéndose a Josefina Pineda , una morenita siempre traía los calcetines caídos —. ¿ Es verdad que no te duele nada ? — Nada — repuso Josefina tragándose la palabra . — Imposible , mujer , que a todos nos duele si nos rasguñan , dubitativa 43 nos pinchan o nos jalan los cabellos así , como lo hacía Lucifer con la muchacha de cascos ligeros — y al tiempo que Rosa pronunciaba ferozmente . — Pues no me ostentando duele sus eses silbantes y sus jotas — insistía Josefina y su brazo guturales le mesaba estaba amoratado y se le el copete rasaban de lágrimas los ojos . Me parecía un sadismo gratuito ; sin embargo , el miedo hacía comedida mi ansia y sed de justicia y de ningún modo me tuve por bienaventurada . Desde mi lugar , al fondo , trataba de pasar inadvertida y sentía náuseas por las vueltas que el armatoste aquel daba en su larguísimo trayecto desde la calle de Londres hasta las diferentes colonias residenciales . En una esquina , apoyado contra un árbol , un albañil vomitaba su borrachera en medio de bocanadas y desfiguros . Todas lo vimos con asco y sorpresa . Y de pronto , acorde con sus trenzas rubias y sus mejillas chapoteadas , la voz de Rosa tronó . — ¡ Hey , tú , cara de conejo ! — Yo detestaba el apodo aunque me lo hubieran puesto porque rimaba con mi apellido y no con mi físico — . ¡ Mira a tu padre haciendo dislates por estas calles de Dios ! Casi no escuché las carcajadas que secundaron tal broma , casi no vi a Rosa con sus ademanes soeces ; una ola de furia me embargó y sin medir ya las consecuencias recorrí como un bólido la distancia que nos separaba . La pesqué muerta de la risa en su asiento y le propiné una tremenda mordida en el cachete . Nunca esperó mi reacción , acostumbrada a que sus trapacerías fueran festejadas por algunas paisanas suyas y siempre quedaran impunes . Después de unos cuantos segundos , el dolor empezó a doblegarla . Su arrogancia de vencedora se desmoronó en menos que canta un gallo ; con ambas manos procuraba empujarme ; pero yo apretaba con más fuerza . La ira me hacía llorar y apretar con más fuerza . Rosa también lloraba emulando a santa Inés en el tormento . Yo apretaba con más fuerza , le encajaba los dientes estimulada por mi rencor desenfrenado . Rosa pegaba de gritos . Yo apretaba con más fuerza . Estrellita no