Antígona y el regreso de la Esfinge - Romeo Cesar | Page 21

Romeo César – Antígona y el retorno de la Esfinge
mí mismo”. Edipo se hace oráculo de su propio destino 17. Doble ceguera, sobre sí y sobre la ambigüedad de su jactancia, de la que no está exento ni Edipo ni nadie, por inteligente y sagaz que se crea o sea, ni ninguna época antigua ni moderna por ilustrada y lúcida que se proclame. El desarrollo de la tragedia será la eliminación progresiva del doble sentido. Pero una vez descubierta la verdad, el hijo de Layo seguirá estando ciego a las consecuencias de su supuesta victoria sobre la Esfinge( o lo que ella represente). Antígona, en Las Fenicias, se lo hecha en cara:“ No evoques la afrenta hecha a la Esfinge … Mira lo que has de padecer, mira tu destierro”. Como decían nuestras abuelas, no hay que proclamar victoria antes de gloria …
Volviendo a viejo escrito( anexo para dilettantes) Esperar el dictamen de la historia … A este respecto, Kent nos recuerda( o. c., p. 186) la sentencia de Anaximandro, el primer texto escrito en prosa filosófica y en plena era arcaica que ha llegado hasta nosotros y que ha sido comentado entre otros por
17 Como todo oráculo, y siguiendo la sugerencia de Heráclito, la afirmación de Edipo es
ambigua: no revela claramente en su decir( légei), ni oculta( krýptei), sino que da señales o signos( semaínei). No habla con claridad, no habla revelando directamente la verdad pero tampoco la esconde. De todos modos, anuncia por anticipado el acontecimiento en forma oblicua. Uno, entonces, se puede precaver y prepararse. Sin embargo, el oráculo se cumplirá tal y como había sido predicho pero no lo hará exactamente como se esperaba( el engaño se da en la expectativa que suscita su oblicua“ malicia”). La profecía se cumple ineluctablemente y el acontecimiento se produce pese a todos los esfuerzos y ardides por impedirlo. En realidad, se produce justamente por las precauciones tomadas para evitar su realización. Uno es la pieza de un juego que no domina. Querer salir del juego es un movimiento posible dentro de él para jugarlo. No querer jugarlo es ser el ejecutor de la propia perdición. Uno y el mismo es el gesto del esquive y el gesto fatal. Por eso la tragedia de Edipo en Sófocles no es una tragedia de la ambigüedad sino de la coincidencia de dos sentidos en el que el único interpreta al segundo: el que no se oye o no se quiere oír es el que revela el significado del que se oye o se cree oír. Cf. C. ROSSET, Lo real y su doble. Ensayo sobre la ilusión, Barcelona, Tusquets, 1993.
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