Romeo César – Antígona y el retorno de la Esfinge
metáforas como lo que son y las juzga una muestra evidente de su ingenio y sutileza, de su penetrante lucidez en el conocimiento y expresión de las cosas.
La propia convicción- Kent insiste una vez más- lleva a creer que no hay otra forma de nombrar las cosas que la de uno. Y lleva a creer que los demás hablan mal porque no expresan las cosas como corresponde: o porque están equivocados, o porque no son lo suficientemente lúcidos, porque no lo hacen en la lengua adecuada, o porque no han superado etapas como lo ha hecho uno y están sumergidos en ignorancias no sólo pueriles sino para colmo dañinas y peligrosas, o por lo que sea …
La propia convicción, pues, es un juicio porfiado sobre la verdad que la asiste y otro igualmente intransigente sobre la falsedad ajena. Y es fuente de la ceguera y obstinación que a cada uno golpea inexorablemente. Esta situación insalvable vuelve imposible una solución en el presente.
Las convicciones de teoría, se sabe, sólo mueren cuando lo hacen sus adeptos. Ellas se convalidan a sí mismas. Difícilmente algún argumento en su contra, alguna nueva evidencia sea capaz de desarticularla desde adentro. Hay que esperar, pues, al juicio de la historia …
De hecho, Antígona se hace vocera del juicio de los tiempos.“ Evita proclamar tus éxitos de antaño”, le dice a su padre,“ lo que te espera, eso debes mirar”. La vanagloria de él es pura fatuidad. Cuando Edipo en Edipo Rey declara egõ phanõ,“ haré la luz”,“ sacaré a la luz al criminal”, no se da cuenta del doble sentido de su afirmación; en realidad, de su profecía. Esa sentencia en griego también puede decir:“ saldré a la luz”,“ me descubriré a
20