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lingüística Papúa, en la costa norte de Nueva Guinea; ca. 1920); el segundo a infanticidio y aborto debidos a razones de subsistencia en el caso de la Etnia Cochimíes (de la familia lingüística Cochimí- Yumana, en la península de Baja California; siglo XXVII); y el tercero de ellos a infanticidio que sigue a la muerte de la madre en el caso de la Etnia Matakam (de la familia lingüística Chadiana, al norte de Camerún; ca. 1950). Si, como señalábamos más arriba, la construcción de infancia asume como muy fuerte el rol de protección del/la niñx en sus tempranos años de vida, y si tenemos además en cuenta que la vida se plantea como uno de los derechos más preciados del infante, el infanticidio se entiende culturalmente como un acto tabú extremo para nuestra cultura occidental contemporánea. Una vez más, debemos señalar que esta perspectiva de infancia está determinada por una serie de desarrollos relativamente recientes (entre los cuales se cuentan las ideas modernas y contemporáneas tanto de la familia en tanto institución social sólidamente cimentada, como la de madre y la del “instinto materno” en tanto mito fundante de nuestras sociedades), y que está evidentemente facilitada por las determinaciones históricas dadas de nuestras sociedades capitalistas (entre los factores a considerar, de nuevo, el cuidado de en este caso la futura fuerza de trabajo es de suma importancia, claro está). En efecto, en muchos casos contemporáneos en los que se practica el infanticidio de niñas, pero no de niños (como, tenemos entendido, sucede a veces en la India y en otras regiones del subcontinente), los varones se prefieren a las mujeres por cuestiones relacionadas con la división social del trabajo, aunque en décadas recientes —como un tristísimo subproducto también de esta división social del trabajo en el modo de producción capitalista imperante a nivel global— la tendencia se ha revertido en muchas sociedades (por ejemplo en países del sudeste asiático) que tienden a preferir a las niñas, ya que sus familias empobrecidas podrán venderlas antes de llegar a la pubertad, para que ingresen de este modo a los circuitos organizados de trata de personas. En el caso de la Etnia Arapesh presentado aquí, por otra parte, se nos explica que la preferencia por los hijos varones, con el consecuente infanticidio femenino, responde a las reglas de residencia patrilocal/virilocal de esta cultura. En otros casos, como en el de los otros grupos étnicos presentados aquí, el infanticidio se explica por, o bien la falta de sustento (como una estrategia de regulación de la población local que se torna válida dentro de los