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cuando dicen que la absorción de una sustancia posee, o
desposee, al individuo de sí mismo. Al respecto, podríamos traer a
esta discusión las nociones que, relacionadas con el aspecto simbólico
del consumo (en este caso, de alimentos), Bourdieu ha elaborado
para demostrar que las articulaciones entre lo simbólico y lo
económico son muy importantes en la reproducción y la
diferenciación social. La manera en la que, al decir de García Canclini,
se usan los bienes “transmutándolos en signos” (*7) podría ayudarnos
a interpretar las reacciones de diversas culturas (y subculturas dentro
de una cultura) y de diversos modos de producción simbólica-cultural
ante lo que es permitido, lícito, y no “desviado” consumir como
alimento, así como ante las transgresiones que puedan darse de
estas normas de usos y costumbres.
Ciertamente, la categorización que Bourdieu realiza de las
estéticas de consumo de acuerdo a arreglos de clase (*8) nos puede
ayudar a interpretar fenómenos como los mencionados en estos
textos que comentamos. Lo que Bourdieu llama la “disposición
estética” de las clases burguesa o media (que llega a en ciertos casos
autonomizar la dieta, desvinculándola de las necesidades fisiológicas
con las que se relaciona el alimento en sí, y valorándola entonces por
sus cualidades estéticas más que por sus cualidades nutritivas) dista
mucho de la asociada con la valoración que las clases bajas/populares
habitualmente hacen del alimento (y que concierne al mero acto de
alimentación como satisfacción de necesidades nutritivas relacionadas
con concepciones de sustento y subsistencia). En el modo de
producción simbólica-cultural de las clases bajas/populares, la
ideología político-estética expresada es claramente pragmático-
funcional, y por ende llegar al extremo de consumir gato como
comida, ante la necesidad extrema de alimentarse y no tener cómo
hacerlo sino de este modo, no necesariamente será valorado como un
acto de transgresión extrema, aun cuando sea indudable que infringe
tabúes alimentarios de una cultura. Y ni hablar de verse forzado a
alimentarse de la carne de otros animales como una paloma, como
veremos a continuación.
Aun lejos como está del caso de tener que usar al gato como
alimento —que, como decíamos más arriba con Arribas et al., sugiere
incluso la metáfora del canibalismo—, la necesidad de