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de organización social que distingue identitariamente a cierto
grupo, o “comunidad”, de una especie dada, y también en el sentido
de que estas conductas, pautas y hábitos se transmiten y además se
aprenden de generación en generación. Éste sería el caso, por
ejemplo, de los chimpancés y otros simios, que utilizan diferentes
herramientas para realizar la misma tarea, por ejemplo obtener miel
del hueco de un árbol; aun cuando ambos grupos tienen a su
disposición los mismos materiales, un grupo utilizará ramitas, otro
utilizará manojos de hojas masticadas como si fueran una esponja,
instrumento con el cual hurgan la cavidad en un tronco para extraer
la miel de un panal. Estos patrones de comportamiento son
localizados, y propios de una comunidad de simios en particular, y
serán aprendidos por los chimpancés jóvenes al observar estas
estrategias y copiarlas (¿una forma de socialización, podríamos
argumentar, que inscribe a estos animales más jóvenes en la
“cultura” de su sociedad de chimpancés…?). También sería similar el
caso de aquellas ballenas que tienen elaborados cantos y sistemas de
comunicación que son aprendidos por las nuevas generaciones,
incluso con variaciones y agregados y desarrollos (con, si se quiere,
“mejoras”). La transmisión de lo que podríamos llamar esta “cultura”
animal debe darse por medio de interacciones de un individuo a otro
(o de un conjunto de individuos a otro; por ejemplo, de animales
adultos a animales jóvenes, que entonces aprenden esta “cultura” del
grupo). Los humanos, por el contrario, no estamos limitados en
nuestras posibilidades de transmisión cultural: mediante el uso de
símbolos hemos desarrollado modos en los que podemos registrar y
conservar, así como transmitir y transferir nuestra cultura, nuestro
conocimiento, a otros que viven alejados de nosotros ya sea en el
espacio (hoy día, a virtualmente cualquier lugar del globo), ya sea
incluso en el tiempo (un conocimiento dado nos llega a menudo
partiendo originalmente de aquellos que fallecieron muchísimo antes
de que nosotros naciéramos). He aquí una de las diferencias entre
humanos y animales que es determinante en la constitución de lo que
llamamos “cultura” (*12) .
Entonces, la posibilidad de utilizar elaborados modos de transmisión
cultural que trascienden el espacio y aun el tiempo es, al menos en
parte, lo que permite distinguir al humano de los otros animales. Pero
podemos decir aún mucho más en lo que hace a nuestra enorme
capacidad como especie para elaborar complejos y