Antropología Cultural y Social Antropología_Cultural_y_Social | Page 57

Al mismo tiempo, quisiéramos asimismo destacar aquí otra observación interesante que, junto con Durham, nos gustaría realizar. Citando a Lèvi-Strauss cuando habla del instinto sexual, la autora señala que —por constituir “simultáneamente, un avance de la cultura en el seno de la naturaleza y, en la propia naturaleza, un avance de la cultura”, y por poseer así una “doble exterioridad” en relación a la sociedad, ya que demuestra la naturaleza animal del hombre— el sexo “aparece como campo privilegiado del pasaje del ‘estado de naturaleza’ al ‘estado de cultura’” (*23) . Podríamos argumentar que la alimentación se acerca muchísimo a esta descripción, en tanto la ingesta de comida es un hecho cultural a la vez que una necesidad biológica a satisfacer, y en tanto está siempre y universalmente inscripta en formas y prácticas culturales de la experiencia humana. Considerando lo que apuntábamos antes en lo que hace a estéticas de consumo diversas, los modos de producción simbólica- cultural de las clases burguesa o media es probablemente donde esto que señalamos ahora sobre la relación entre la alimentación, por un lado, y el deseo y el placer, por otro, se hace más patente. En nuestra “Guía de actividades prácticas”, el artículo sobre el “rooibos”, o té rojo (*24) , es un interesante ejemplo de lo que tratamos de decir aquí. En él, quien escribe asegura que esta bebida tiene un alto nivel de antioxidantes, diciendo —en abierta complicidad con sus lectorxs— “y ya sabemos que los antioxidantes son muy buenos para prolongar la juventud”; asimismo, se alega aquí que este té “quita el apetito” — afirmación en la cual, podemos notar, la necesidad de alimentarse se presenta como un disvalor—. La manifiesta postura de la autora del texto respecto de la alimentación es asimilable a una de las dos realidades antagónicas que se exponen en el chiste gráfico de Quino de nuestra “Guía” (*25) . La señora de clase alta, quien se presenta aquí en oposición tan dispar y altamente contrastante con una madre proveniente de lo que parece ser una empobrecida y famélica comunidad africana, se muestra como dueña de un modo de construir la alimentación desde un grado de sofisticación que la lleva a literalmente enajenar a ésta de toda función biológica de nutrición (y declara, así, que sólo le preocupa “mantener la línea” y no “abandonar esta dieta”). La distintas comidas en cada uno de estos dos casos responderán tanto a los recursos disponibles (que son escasos o nulos en un extremo, mientras que no figuran ni siquiera