instigándolo,“ aquellos retazos de imágenes y de personas que conoció mejor que nadie”(* 6): esto es, la dimensión de lo subjetivo y de lo personal— dimensión que posee“[…] mucho de artesanía y de confusión [ y que se encuentra alejada de cualquier ] realidad instrumental”(* 7)—, así como también la recuperación de esta subjetividad en las instancias de reflexión posteriores al trabajo de campo en sí.
En estas etapas de la investigación Da Matta identifica la existencia de tres fases o planos fundamentales(* 8): a) una fase que él llama teórico-intelectual, mediada por la competencia académica( e incluso por lo que él identifica como“ un exceso de conocimiento(* 9)); b) una fase del período práctico, que“ se refiere esencialmente a las vísperas de la investigación”, que está mediada“ por la perturbación de una realidad que se va tornando más inmediata”(* 10), y que se da entre el momento antes de conocer al“ otro” cultural y el momento del conocimiento en sí; y c) una fase que él llama personal o existencial, en la que se encuentra uno“ sumergido en un mundo que se situaba, y después de la investigación vuelve a situarse, entre la realidad y el libro”, y que es la fase que me“ habla de las lecciones que debo extraer de mi propio caso”(* 11).
Pero, en todo caso, tal vez lo más importante del ensayo de Da Matta probablemente pasa por su consideración sobre lo que él describe como la doble tarea del etnólogo: mientras que éste debe transformar lo exótico en familiar— al tratar de sujetar, digamos, y de comprender su objeto de estudio, y al tratar de pensarlo precisamente desde tanto las coordenadas como los límites de sus propios sistemas simbólicos—, debe asimismo transformar a su vez lo familiar en exótico— esto es, desfamiliarizar la mirada respecto de la propia cultura—. Ahora bien, ¿ cómo puede todo esto asistirnos en la consideración de la experiencia de Hall con la cultura árabe que ahora comentamos?
Por empezar, lo que Da Matta identifica como una primera instancia de transformación— convirtiendo lo exótico en familiar—
[…] lleva a un encuentro de aquello que la cultura del investigador reviste inicialmente con un envoltorio de lo bizarro, de tal manera que el viaje del etnólogo es como el viaje del héroe clásico, partido en tres momentos distintos e interdependientes: la salida de su