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a los que aludíamos más arriba no sólo modelan nuestra visión
de mundo, sino que además determinan las valoraciones hacia el
afuera del círculo de nuestra cultura. Melville Herskovitz define el
principio de relativismo cultural como central en el problema de la
valoración, e indica al respecto que “[l]os juicios están basados en la
experiencia, y la experiencia es interpretada por cada individuo a
base de su propia endoculturación” (*10) . El autor apunta lo siguiente
para señalar la importancia de estas valoraciones culturales y su
centralidad:
Cuando reflexionamos que imponderables tales como bueno y malo,
normal y anormal, bello y vulgar son absorbidos desde la infancia, a
medida que una persona aprende los modos de conducta del grupo
en que ha nacido, vemos que estamos tratando de un proceso de
primera magnitud […]. ( *11 )
Debemos pasar, nos dice, “de la conducta a su sentido” y colocar de
este modo “actos aparentemente arbitrarios y casuales dentro de su
marco de referencia”, para comprender acciones y conductas que
“[e]stán modeladas culturalmente” (*12) . Posicionándonos entonces
desde una perspectiva relativista, y descentrándonos de este modo
de nuestra propia cultura (de nuestros propios juicios y “marcos de
referencia”), podemos mejor comprender el caso de esta joven madre
que se explica la pérdida de su hija recurriendo al tamiz de una
explicación mitológica.
Cuando analizamos la cultura del otro, no valoraremos entonces
una manifestación cultural distinta como ésta desde una posición
ética o política a partir de nuestra propia cultura. Pero —si bien,
ayudados por el relativismo cultural, hoy podemos potencialmente
crear una ruptura con las tradicionales posiciones centristas—
también corremos el riesgo de no ver las contradicciones y las
desigualdades sociales que esta concepción relativista podría llegar a
enmascarar. Esto es lo que señala Ariel Gravano cuando discute la
llamada “paradoja del relativismo cultural” (*13) : aun si “[l]os criterios
de virtud han de ser siempre relativos a la cultura”, y debido
asimismo a que es imperativo que seamos tolerantes “frente a
convenciones culturales diferentes de las nuestras” (*14) , sería de
todos modos ingenuo de nuestra parte pensar que toda conducta
podría por ello justificarse desde una posición de relativismo cultural
(*15) .