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una estrategia de proyecto de país, como tan apropiadamente mantiene Carli. La escuela constituye una significativa instancia de socialización, e incontestablemente inscribe al/a niñx en el orden de la cultura. En este sentido, muchas personas tal vez argumentarían a favor de la importancia —de la necesidad, incluso— de que el Estado norme y estandarice un acceso a la educación general, aunque sea de contenidos mínimos, para todxs sus ciudadanxs. Podríamos plantear si el Estado tiene no sólo el derecho (en el sentido de que ese derecho está adjudicado ya por ley), sino probablemente también la obligación de asegurarse los canales de transmisión de la cultura hegemónica a todos los individuos que lo constituyen: una suerte de mandato dirigido a la construcción de Estado homogéneo, que defina identitariamente una serie de características que hacen al “ser Argentino” (sea lo que fuere que esto quiera decir, claro, cosa que no discutiremos aquí). ¿Cómo maneja el Estado —con un mandato tal, y en este sentido— una situación de alteridad? Ésta es la pregunta que subyace a la opinión de la autora de la carta al editor del Diario Clarín que dispara nuestras reflexiones aquí (*6) , según se desprende de lo que esta lectora dice allí cuando sostiene que "[…] esta comunidad, vista como ‘otro’ es valorada como un enigma, al cual hay que desmitificar convirtiéndola en un ‘nosotros’ controlable, conocido, predecible." Convengamos que convertir a ese “otro” en un “nosotros” es parte de lo que se propone hacer el aparato ideológico del Estado, y de hecho esto es lo que históricamente ha sucedido con la educación en nuestro país en el pasado: las escuelas de colectividades (como las escuelas italianas, y en menor medida algunas galesas) fueron en su momento un ejemplo de la intervención de los inmigrantes a nuestro país en carácter de educadores de sus propias comunidades lingüísticas y culturales. Pero este tipo de intervenciones en la educación fueron sin embargo fuertemente resistidas desde ciertos sectores que en este momento histórico estaban sistemática y denodadamente encaminando todos sus esfuerzos en avanzar hacia la construcción del nuevo estado-nación. Como señala Adriana Puiggrós en su “Luchas político-pedagógicas” (*7) , el Congreso Pedagógico que a comienzos de 1881 llevaran a cabo las sociedades italianas, por ejemplo,