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tendrían, al decir de Bonfil, un “matiz opacante que de alguna manera hace que se ubique al grupo étnico (es decir, a los pueblos indios) en un escalón inferior en la trayectoria de la evolución universal” (*25) . Contrariamente a “pueblo”, además, utilizar “grupo étnico” como alternativa “tiende a remitir la discusión […] al terreno académico [y] no al ámbito político que es donde se debe ubicar” (*26) . A propósito de esto último, otra de las ventajas del término “pueblo” se relaciona con su “carga política de gran potencia”, a pesar de su “ambigüedad y su aparente neutralidad” (*27) : el término en efecto connota una carga semántica significativa, plausible de ser relacionada con las posibilidades de una praxis. Asimismo, las relaciones con la idea de cultura son fuertes en el caso del término “pueblo”, y de hecho pueden pensarse desde esta praxis participativa que, argumentábamos, supone el término. Si bien el autor nos recuerda que “[n]o es posible definir a un pueblo solamente por su cultura, entendida ésta como un universo discreto de rasgos concretos”, nos dice también —creemos que acertadamente— que “[s]in embargo el problema pasa por la cultura” ya que nos definimos no por nacimiento u origen, sino “[…] porque ‘participo de’. Y ahí exactamente en ese ‘participar de’ entra de nuevo, clandestinamente y por la puerta de atrás, la cultura” (*28) . Continúa Bonfil: Participar significa algo más que tener una cultura o compartirla. Significa una relación específica con esa cultura. Y en tanto la cultura es un fenómeno colectivo y no individual, significa también una relación específica con la colectividad, el grupo que es el portavoz histórico de una determinada cultura. Es la colectividad la que define un “nosotros” distinto de “los otros”, a partir del reconocimiento de una cultura propia diferente. […]. ( *29) A propósito, creemos que estas reflexiones sobre la cultura como acción participativa, y sobre la cultura en tanto praxis política, pueden ayudarnos a comprender mejor lo que sucede cuando se produce un fenómeno de aculturación tal como el cometido en el caso de la llamada “Conquista del Desierto” que estamos estudiando en nuestro pequeño ensayo: el cercenar esos lazos y vínculos comunitarios participativos (que son los que resultan en una definición identitaria de grupo) viene a obliterar la posibilidad de preservar, cementar y desarrollar una cultura, al cercenar entre otras cosas su posibilidad de discurso (ese “portavoz histórico” de una cultura que es nada menos que el grupo).