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los setenta, como obstáculos para el progreso y como germinadores de subversión durante la última dictadura; como lugares de inmoralidad, crimen y ausencia de ley en la Argentina contemporánea. En la actualidad, la discusión pública sobre la inseguridad recurrentemente menciona a “la villa” y “los villeros” como una amenaza. (*12) Con el objetivo de caracterizar las prácticas estigmatizantes de las que es foco el habitante de la villa, en su argumentación Guber explica que [p]ara reproducir el sistema, el esquema normativo hegemónico promueve determinados atributos de los grupos sociales y desaprueba otros, trazando así el camino hacia el “buen sentido” prevaleciente, camino que idealmente “pueden” y “deben” recorrer todos los miembros de una sociedad. En esta tarea pedagógica se reprueban ciertas identidades en las cuales se deposita todo lo abyecto y vergonzante, lo que no corresponde al “deber ser”. Atributos que con estas connotaciones desacreditan a sus portadores, justificándose entonces un trato diferencial para con ellos. (*13) y, siguiendo a Ervin Goffman, se refiere a estos atributos de connotaciones negativas como “estigmas”: El estigma es un rasgo de connotaciones sociales negativas, no por tratarse de características despreciables en sí mismas, sno por constituir significaciones que han ido elaborando los sujetos sociales. (*14) La “teoría del estigma” de Goffman, según lo aclara Guber, es “una ideología que procura explicar la [pretendida] inferioridad del estigmatizado y dar cuenta del [supuesto] peligro que representa esa persona para la sociedad” (*15). Esta noción de estigmatización es relevante para comprender y dimensionar el fenómeno de discriminación que sufren los habitantes de villas, tal y como se describe en estos textos de nuestra “Guía” que ahora comentamos. Al respecto, Guber expone los mecanismos de funcionamiento de la estigmatización, y sostiene que el “ser villero” es aprendido desde la infancia, en particular durante la socialización temprana en su entorno familiar así como particularmente en la escuela. “[C]ada alumno”, sostiene la autora, “adquiere una imagen de sí mismo por contraste con los demás compañeros, internalizando juntos el código hegemónico de la sociedad” (*16) , y continúa diciendo que