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diferentes categorías, grupos, y colectivos sociales”— así como, por otro, los“ atributos particularizantes”—“ que determinan la unicidad idiosincrásica del sujeto en cuestión”—(* 9).
Si el atributo diacrítico por excelencia de esta identidad en el caso del“ villera / o” en tanto insulto es su lugar de pertenencia residencial(* 10), sería relevante detenerse un momento en reflexionar sobre los asentamientos precarios que llamamos“ villas”. Como Rosana Guber detalla en“ Identidad social villera”, los asentamientos urbanos precarios tienen una larga historia en nuestro país, que se caracteriza desde un inicio por el conflicto y la confrontación entre un“ nosotros”( que el estado-nación propugnaba como blanco, no iletrado, y europeizante) y un“ ellos”( que en este caso del“ villero” se ha construido históricamente desde un prejuicio de variados matices: desde la inmigración ultramarina entre las décadas de 1880 y 1940; pasando por la tensión del decenio peronista, entre 1945 y 1955; a la serie de características asociadas a las“ villas miseria” o“ villas de emergencia” del período que va de 1955 a 1970; y llegando por último a momentos más recientes en los que hemos visto contingentes masivos de inmigrantes llegados desde países limítrofes). El conflicto que se asocia con estos asentamientos urbanos ha pasado por varios momentos, como señala Guber en su artículo, todos de tensión: ha sido marcado por las connotaciones étnicas, y tipificado entonces como una amenaza literalmente invasora( el famoso“ aluvión zoológico”); ha sido politizado en extremo( desde la impronta de clase que claramente le asignó el justicialismo peronista, hasta el fenómeno de los“ curas villeros” que mencionamos antes); y ha sido objeto de esfuerzos oficiales varios por invisibilizar esta irrefutable evidencia de indigencia urbana. Pero siempre ha sido caracterizado por la discriminación y el prejuicio(* 11). Citamos, al respecto, una descripción y caracterización que Javier Auyero realiza de las villas miseria y de sus pobladores:
Difícilmente uno pueda dar con una configuración urbana que haya sido( y aún sea) la depositaria de tantas( la mayoría de las veces malas) representaciones, de tantas esperanzas en el pasado y tantos miedos en el presente. Las villas fueron retratadas como el ejemplo acabado del fracaso del populismo peronista durante los años cincuenta, como suerte de laboratorios para los sueños modernizadores de los años sesenta, como cunas de la revolución en