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misma maestra de la RAE en el artículo. Este ejemplo del uso de “villera/o” como insulto es en extremo revelador para estudiar qué características asumen el prejuicio y la discriminación en la caracterización del “otro” y en la conformación de una identidad, y para analizar puntualmente un caso de lo que María Cristina Chiriguini denomina “identidades negativas” (*2) . Veamos. Empecemos por tratar de definir el concepto de identidad, diciendo con Chiriguini que la identidad es “un proceso de identificaciones históricamente apropiadas que le confieren sentido a un grupo social”, y que estas identificaciones “implican un proceso de aprehensión y reconocimiento de pautas y valores sociales a los que adscribimos y que nos distinguen de ‘otros’ que no los poseen o comparten” (*3) . Las identidades se conforman de manera negativa: esto es, por oposición, lo cual básicamente significa que definimos lo que somos en relación a aquello que no somos (en este sentido, Chiriguini explica la definición por oposición con algunos ejemplos: “la identidad femenina frente a la masculina; ser un adolescente es no ser adulto o niño; proclamarse como político de izquierda es no ser de derecha”, etcétera). Al respecto, la autora parafrasea a Patricia Campan cuando ésta sostiene que “la identidad se constituye en el momento que nosotros tomamos consciencia de un otro diferente [y] que representa características ajenas a las propias” (*4) . Cuan importante es la identidad en relación con la constitución de lo social en la cultura se hace patente en la afirmación de Gilberto Giménez de que “sin identidad no habría sociedad” (*5) . En efecto, Giménez sostiene —siguiendo a Jenkins, y de un modo que remite a Weber (*6) — que […] la identidad constituye un elemento vital de la vida social, hasta el punto de que sin ella sería inconcebible la interacción social, la cual supone la percepción de la identidad de los actores y del sentido de su acción. (*7) Esto es, la identidad entendida como “uno de los parámetros cruciales […] que definen al actor social” (*8) . Efectivamente, la identidad se caracteriza por una voluntad de distintividad, demarcación y autonomía del sujeto respecto de otros sujetos, como acertadamente apunta Giménez, voluntad que requiere de la apelación a ciertos atributos diacríticos: por un lado, los “atributos de pertenencia social” —“que implican la identificación del individuo con