Antropología Cultural y Social Antropología_Cultural_y_Social | Page 106
misma maestra de la RAE en el artículo. Este ejemplo del uso
de “villera/o” como insulto es en extremo revelador para estudiar qué
características asumen el prejuicio y la discriminación en la
caracterización del “otro” y en la conformación de una identidad, y
para analizar puntualmente un caso de lo que María Cristina
Chiriguini denomina “identidades negativas” (*2) . Veamos.
Empecemos por tratar de definir el concepto de identidad, diciendo
con Chiriguini que la identidad es “un proceso de identificaciones
históricamente apropiadas que le confieren sentido a un grupo
social”, y que estas identificaciones “implican un proceso de
aprehensión y reconocimiento de pautas y valores sociales a los que
adscribimos y que nos distinguen de ‘otros’ que no los poseen o
comparten” (*3) . Las identidades se conforman de manera negativa:
esto es, por oposición, lo cual básicamente significa que definimos lo
que somos en relación a aquello que no somos (en este sentido,
Chiriguini explica la definición por oposición con algunos ejemplos: “la
identidad femenina frente a la masculina; ser un adolescente es no
ser adulto o niño; proclamarse como político de izquierda es no ser
de derecha”, etcétera). Al respecto, la autora parafrasea a Patricia
Campan cuando ésta sostiene que “la identidad se constituye en el
momento que nosotros tomamos consciencia de un otro diferente [y]
que representa características ajenas a las propias” (*4) . Cuan
importante es la identidad en relación con la constitución de lo social
en la cultura se hace patente en la afirmación de Gilberto Giménez de
que “sin identidad no habría sociedad” (*5) . En efecto, Giménez
sostiene —siguiendo a Jenkins, y de un modo que remite a Weber
(*6) — que
[…] la identidad constituye un elemento vital de la vida social, hasta
el punto de que sin ella sería inconcebible la interacción social, la
cual supone la percepción de la identidad de los actores y del
sentido de su acción. (*7)
Esto es, la identidad entendida como “uno de los parámetros
cruciales […] que definen al actor social” (*8) . Efectivamente, la
identidad se caracteriza por una voluntad de distintividad,
demarcación y autonomía del sujeto respecto de otros sujetos, como
acertadamente apunta Giménez, voluntad que requiere de la
apelación a ciertos atributos diacríticos: por un lado, los “atributos de
pertenencia social” —“que implican la identificación del individuo con