Antologia de cuentos Antología | Page 50

Cuentos de Edgar Allan Poe
al punto de lamentar la pérdida del animal y buscar , en los viles antros que habitualmente frecuentaba , algún otro de la misma especie y apariencia que pudiera ocupar su lugar . Una noche en que , borracho a medias , me hallaba en una taberna más que infame , reclamó mi atención algo negro posado sobre uno de los enormes toneles de ginebra que constituían el principal moblaje del lugar . Durante algunos minutos había estado mirando dicho tonel y me sorprendió no haber advertido antes la presencia de la mancha negra en lo alto . Me aproximé y la toqué con la mano . Era un gato negro muy grande , tan grande como Plutón y absolutamente igual a éste , salvo un detalle . Plutón no tenía el menor pelo blanco en el cuerpo , mientras este gato mostraba una vasta aunque indefinida mancha blanca que le cubría casi todo el pecho .
Al sentirse acariciado se enderezó prontamente , ronroneando con fuerza , se frotó contra mi mano y pareció encantado de mis atenciones . Acababa , pues , de encontrar el animal que precisamente andaba buscando . De inmediato , propuse su compra al tabernero , pero me contestó que el animal no era suyo y que jamás lo había visto antes ni sabía nada de él .
Continué acariciando al gato y , cuando me disponía a volver a casa , el animal pareció dispuesto a acompañarme . Le permití que lo hiciera , deteniéndome una y otra vez para inclinarme y acariciarlo . Cuando estuvo en casa , se acostumbró a ella de inmediato y se convirtió en el gran favorito de mi mujer .
Por mi parte , pronto sentí nacer en mí una antipatía hacia aquel animal . Era exactamente lo contrario de lo que había anticipado , pero -sin que pueda decir cómo ni por qué- su marcado cariño por mí me disgustaba y me fatigaba . Gradualmente , el sentimiento de disgusto y fatiga creció hasta alcanzar la amargura del odio . Evitaba encontrarme con el animal ; un resto de vergüenza y el recuerdo de mi crueldad de antaño me vedaban maltratarlo . Durante algunas semanas me abstuve de pegarle o de hacerlo víctima de cualquier violencia ; pero gradualmente -muy gradualmente- llegué a mirarlo con inexpresable odio y a huir en silencio de su detestable presencia , como si fuera una emanación de la peste .
Lo que , sin duda , contribuyó a aumentar mi odio fue descubrir , a la mañana siguiente de haberlo traído a casa , que aquel gato , igual que Plutón , era tuerto . Esta circunstancia fue precisamente la que lo hizo más grato a mi mujer , quien , como ya dije , poseía en alto grado esos sentimientos humanitarios que alguna vez habían sido mi rasgo distintivo y la fuente de mis placeres más simples y más puros . El cariño del gato por mí parecía aumentar en el mismo grado que mi aversión . Seguía mis pasos con una pertinencia que me costaría hacer entender al lector . Dondequiera que me sentara venía a ovillarse bajo mi silla o saltaba a mis rodillas , prodigándome sus odiosas caricias . Si echaba a caminar , se metía entre mis pies , amenazando con hacerme caer , o bien clavaba sus largas y afiladas uñas en mis ropas , para poder trepar
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