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ARMANDO SÁNCHEZ ALBARRÁN
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ESTELA MARTÍNEZ BORREGO
Introducción
calentamiento atmosférico. El incremento de la cantidad y calidad de productos
agropecuarios demanda grandes cantidades de factores naturales y de insumos
artificiales: abonos artificiales, insecticidas o el riego en exceso, aunado a
la adopción de semillas hibridas ocasionan, entre otros efectos: la extinción
de cultivos, la pérdida de diversificación genética con el monocultivo. Las
semillas hibridas requieren grandes cantidades de fertilizantes con lo que
se producen más desechos tóxicos que contaminan, con nitratos, los pozos,
manantiales subterráneos, ríos y lagos, contaminan el suelo y la atmósfera al
ser absorbidos en raíz y hojas, para luego, ser ingeridos por animales, insectos y
microorganismos del suelo. Mientras tanto, las grandes cantidades de pesticidas
elaborados con organofosforados, carbomatos, organoclorados y piretroides
utilizadas en maíz, trigo, arroz, sorgo, uvas, trigo, frijol, además de frutas y
verduras, entre otros productos, son responsables de malformaciones, abortos
espontáneos, neurotoxicidad, cáncer, alzhéimer y párkinson, efectos negativos
en el sistema endócrino, por citar solo algunas enfermedades.
Recientemente, las firmas transnacionales intentan imponer las semillas
transgénicas y la producción de biocombustibles ocasionando un negro
panorama en el mediano y largo plazo: la pérdida de soberanía alimentaria
(Plenge-Tellechea, 2007). El Grupo de Trabajo Ambiental (Environmental
Working Group-EWG) publica una Guía de Plaguicidas en Productos Vegetales
con los productos con mayor probabilidad de presentar contaminación con
pesticidas y, como alternativa sugiere el consumo de productos orgánicos
(https://www. ewg.org/foodnews/summary.php, consulta 15/06/2016),
En el nivel del consumo, todo lo anterior se refleja en diferentes patrones
entre los compradores ricos y los de ingresos medios y pobres. Los primeros,
con altos niveles de ingresos más preocupados por la salud y que ponen en
práctica la denominada dieta posmoderna (Friedland, 1994) que consiste en la
preferencia, por parte de los primeros, de alimentos en fresco, con bajo contenido
graso, abundante fibra vegetal y baja o nula utilización de agroquímicos en su
producción y de preservantes artificiales en su conservación; y los segundos,
con niveles muy bajos de ingresos que sólo les permiten comprar alimentos
preparados en masa con alto contenido calórico y bajo valor nutritivo, dentro de
lo que se ha denominado también la dieta neoliberal (Otero y Pechlaner, 2014).
No obstante, estas dinámicas de producción y consumo se han visto
sujetas a contra-presiones de una amplia gama de opositores: orgánicos,
comercio justo, pro-campesino, antitransgénicos y varios movimientos a favor
de estilos de vida saludables, por nombrar algunos (Otero, 2014:69-70). El
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