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VERÓNICA RODRÍGUEZ CABRERA
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JOSÉ JAVIER MAISTERRENA ZUBIRÁN
Introducción. De flujos, organización y transformaciones en el campo mexicano
no decir, en el exterminio. Para quienes se acercan al estudio de las mujeres,
la respuesta puede estar en la continuidad del patriarcado.
A todo ello, justamente, atribuye Armando Bartra (2004) la tensión
entre sometimiento y rebeldía que ha marcado la historia de los campesinos.
Sometimiento que ha sido posible apreciar a través los estudios que dan cuenta,
del cómo los movimientos campesinos, rurales y sobre todo sus líderes han
llegado a ser cooptados por el sistema político-partidario mexicano —tanto
el oficial, como el de derecha o el de izquierda—; así como de aquellos que
demuestran cómo sus estructuras llegan a ser absorbidas en la lucha por el
poder, logrando imponer un orden de cúpula que suele someter a las bases.
Baste como ejemplo el período del gobierno cardenista, que si bien llevó
a cabo el reparto agrario y la creación de ejidos más amplio en la historia
del país, también consolidó un Estado organizador de propietarios, con los
cuales buscaba establecer un pacto modernizador, al tiempo que promovió la
instrumentación de un desarrollo rural de corte vertical, paternalista, lineal
y jerárquico que pudiera ser dirigido por el Estado mismo (Bartra, 2004;
Gordillo, 1980; Rivera, 1992).
Y rebeldía, que queda puesta en evidencia en esas oleadas incesantes
de la lucha, movilización y organización rural y campesina que se des lindan
del corporativismo estatal. Para algunos autores esta rebeldía puede ser
denominada como “resistencias” (Concheiro & Grajales, 2005), o “experiencia
histórica” (Rivera, 1992) e, incluso, “independencia” o “autonomía” (Bartra,
2004). 4 Bajo cualquiera de estas denominaciones, el caso es que el registro
de la multiplicación de organizaciones rurales, de alcance micro y macro,
y sus alianzas —ya sea entre ellas, con los partidos políticos o con otras
organizaciones y movimientos de la sociedad— logra dar cuenta del constante
dinamismo de la agencia y las acciones de los actores del campo mexicano.
Muestra de ello es la conformación de colectivos, agrupaciones, asociaciones,
asambleas y comités que existen por todo el país; entre los que destacan
las Asociaciones, Núcleos y Colectivos Agrarios, la Unión Nacional de
4
Para Armando Bartra, en el contexto del charrismo mexicano, la palabra “independiente” deviene
emblema de la oposición democrática; las Centrales, Uniones, Encuentros, Frentes, Partidos, revistas
y hasta muestras pictóricas se precian de “independientes”. Independencia, por tanto, significa no
ser PRI, aunque con ello termine por subordinarse políticamente a un organismo de oposición. Así,
para el último cuarto de siglo, la palabra es “autonomía”; que se generaliza a partir de 1984 con
la conformación de la UNORCA, y se asume ésta como independencia, autogestión económica
y social. Los campesinos autónomos rechazan la tutoría del Estado y se apropian del proceso
productivo, las autonomías indias radicalizan el planteamiento a independencia y autogestión,
pero también libre determinación política o autogobierno, después se afilia la connotación de
alteridad, autogestión despolitizada y otromundismo (2004: 66).