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JOSÉ ÁLVARO HERNÁNDEZ FLORES Capital cultural y estrategias reproductivas en grupos domésticos periurbanos
Cuando se habla de estrategias de reproducción se alude al conjunto de prácticas sociales que emprenden los agentes o las familias con el objetivo de mantener o mejorar su posición en el espacio social. Dado que las estrategias dependen de las condiciones sociales de las cuales el habitus es producto – es decir, de la condición y posición del individuo al seno de un campo social determinado – éstas tienden a perpetuar su identidad, manteniendo las separaciones, las distancias y las jerarquías, contribuyendo así de forma práctica a la reproducción del sistema de diferencias constitutivas del orden social. No obstante, es importante considerar que al ser el habitus un producto de la historia, constituye un sistema abierto de disposiciones que se confronta permanentemente con experiencias nuevas, y por lo mismo, es afectado también permanentemente por ellas; lo que perfila a este concepto como una pieza clave para el análisis de las prácticas sociales que tienen lugar en contextos complejos, sometidos a cambios y transformaciones constantes, tal y como ocurre en los territorios periurbanos.
Para entender la reproducción social en relación con las prácticas culturales y educativas, es necesario recuperar las nociones de“ capital cultural” y“ campo escolar” propuestas por Pierre Bourdieu. Desde la perspectiva de Bourdieu, el capital cultural es aquel que se encuentra ligado al conocimiento, las ciencias, el arte( Gutiérrez, 2012). Constituye una especie de capital constituida por un conjunto de bienes simbólicos que se presentan bajo tres modalidades: a) en estado incorporado, bajo la forma de disposiciones durables ligadas a determinado tipo de conocimiento, ideas, valores, habilidades y otras similares( ser competente en tal o en cual campo del saber, ser cultivado, tener un buen dominio del lenguaje y de la retórica, conocer y reconocerse en el mundo social y sus códigos); b) en estado objetivado, bajo la forma de bienes culturales como cuadros, libros, diccionarios, maquinaria e instrumentos diversos y otras realizaciones materiales; y c) en estado institucionalizado, bajo la forma de títulos escolares, diplomas, licencias o acreditaciones profesionales que objetivan el reconocimiento de la sociedad y que presuponen la existencia de instituciones particulares a las que se reconoce capacidad legítima para administrar y dotar de ese bien( Gutiérrez, 2012; Chauviré y Fontaine, 2008; Bourdieu, 1987). Por su parte, el campo escolar estaría conformado por agentes sociales comprometidos con la acumulación de capital cultural en estado institucionalizado, es decir, por aquellos que reconocen como valioso el reconocimiento y la legitimación de conocimientos por parte del Estado y que en consecuencia, comparten un interés relativo a la escuela y lo que ella significa( Cervantes, et al., 2003).