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32 SONIA COMBONI SALINAS l JOSÉ MANUEL JUÁREZ NÚÑEZ La interculturalidad y el diálogo de saberes Para contrarrestar este tipo de pensamiento se plantea elaborar lo que él llama “genealogía” es decir, hacer entrar en juego saberes locales, discontinuos, descalificados, no legitimados, constituyendo un proceso de descolonización del saber, del ser y del poder que la colonización arrebató de manos de los pueblos sojuzgados militarmente para imponer su dominio cultural y lingüístico. Las “genealogías” según Foucault no son, pues, vueltas positivistas a una forma de ciencia más atenta o más exacta; son precisamente anti-ciencia. Tampoco es que reivindiquen el derecho lírico a la ignorancia o al no saber. Se trata más bien de la insurrección de los saberes contra los efectos del poder centralizador dado a las instituciones y al funcionamiento de un discurso científico organizado dentro de una sociedad como la nuestra. Lo anterior supone un esfuerzo que vaya más allá de rescatar las lenguas indígenas y utilizarlas en los espacios educativos para reproducir conocimientos y esquema de pensamientos occidentales. Implica más que el simple hecho de rescatar algunos elementos de la cultura local en la cotidianidad escolar, partir de las prácticas propias de los pueblos y sus saberes, como una praxis popular que esté presente en los procesos de enseñanza-aprendizaje y en la relación de los seres humanos con el mundo. Es en el campo de los conocimientos y los saberes donde se presenta el mayor reto para lograr que la inter-culturalización sea un proceso constante de de-colonización. Es construir un espacio social fértil en el que se puedan construir los saberes y conocimientos interrelacionados, en el cual se asocie de manera eficiente cada uno de los elementos que están a su disposición. Esto quiere decir que la lucha epistemológica parte de reconocer la importancia de los conocimientos y saberes locales, para reivindicarlos y presentarlos en una relación dialógica con los conocimientos y saberes de otros pueblos. Conclusiones El hablar de interculturalidad involucra no sólo a las culturas en su dimensión totalizadora y condicionante de una cierta forma de ser, pensar y actuar colectiva, sino la dimensión personal del “yo” frente “al otro”, como portadores cada uno de su cultura corporizada, lo que implica diferencias entre los miembros de una misma comunidad cultural. Las características del territorio habitado influyen también en la idiosincrasia de los sujetos sociales, en su sentido de pertenencia y arraigo y en su identidad. De ahí la importancia de considerar el origen geográfico de los sujetos en