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24 SONIA COMBONI SALINAS l JOSÉ MANUEL JUÁREZ NÚÑEZ La interculturalidad y el diálogo de saberes entre dimensión espacial y producción de identidades en lo local. Por ello, sin trazar un panorama exhaustivo sobre el tema, exponemos algunas perspectivas interpretativas: En un primer momento cobra importancia su significado socio- cultural expresado en la relación entre el hombre y la tierra; en un segundo momento, es un arraigo que se inscribe en la permanencia y asimismo con la identidad. Una identidad que no se presenta de manera estática, más bien mantiene una especificidad espacio–temporal condicionada por las prácticas sociales, de manera que se va construyendo y moldeando en el devenir histórico. El territorio es mucho más que el espacio geográfico, que un paisaje rural o urbano, con características específicas en su biota; en éste se construyen formas culturales, visiones del mundo, y explicaciones del mismo y del lugar que se ocupa en éste; se crea un mundo de vida compartido entre aquellos que participan de él, donde el “yo” comprende al “otro” en función de la cercanía a mi mundo de vida. Desde esta perspectiva, las formas de vida ligadas a construcciones culturales se establecen como espacios de diálogo y de comprensión, diferenciándose a la vez del otro distinto. Según Raffestin (Giménez, 2000: 21-22), el territorio es el espacio apropiado y valorizado -simbólica e instrumentalmente- por los grupos humanos. Considerando esta concepción es válido desprender algunas especificidades del territorio. Se puede individualizar y delimitar a nivel espacial, tiene fronteras, es producto de la acción del hombre; de esta manera también se rige como medida de control, por acciones de ordenamiento y por proyectos de acciones temporales. Retomando a Giménez (2000: 21-22), el territorio “es una realidad preexistente a la acción del hombre en la dimensión físico-ambiental”. Se puede conceptualizar a pesar de sus fronteras, pero el terri