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SONIA COMBONI SALINAS
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JOSÉ MANUEL JUÁREZ NÚÑEZ
La interculturalidad y el diálogo de saberes
1.2. La inter-culturalidad crítica
Desde esta perspectiva retomamos el enfoque crítico de la interculturalidad,
que parte del problema del poder, cuestionando seriamente al modelo de
sociedad vigente (Walsh, 2009). La interculturalidad crítica busca suprimir
las causas de la injusticia colonial, enfrentando los poderes hegemónicos del
presente; busca construir relaciones entre culturas, que se valoren de forma
simétrica. Se trata de construir una interculturalidad, que más allá de crear
condiciones de equidad en el sistema vigente, lucha por crear un sistema que
entienda y asuma la equidad. Es una propuesta que transforma las relaciones
de poder en un proceso de autoafirmación y reconocimiento del otro, basado
en el diálogo. Una interculturalidad que apunta hacia la igualdad pero con
dignidad, asumiendo la diferencia y la diversidad (López, 2009).
En este contexto la interculturalidad no es un fin, sino un proceso constante.
Verlo como proceso implica cuestionar, revisar, reformular, reconstruir
constantemente para no caer en una nueva hegemonía. Más allá de un juego
de semánticas, esto nos refleja un enfoque, una postura, una actitud a seguir.
Reconocer y valorar lo que somos, convivir y dialogar con el otro y con los
otros, para tener la capacidad de construir un nosotros, implica decolonialidad:
romper con los paradigmas de la colonialidad y con las relaciones de dominio
y exclusión.
Esta acción política viene de ir construyendo el diálogo entre iguales;
no podemos hablar de procesos de interculturalización e identidad si no
se hace en situaciones de simetría, en las que ambas partes se reconozcan
mutuamente como un “legítimo otro”; de lo contrario estaríamos repitiendo
la mirada totalizadora de occidente. Bajo el escenario actual, marcado todavía
por las desigualdades y relaciones asimétricas de poder, estos procesos de
interculturalización e identidad no se dan en un plano simétrico; la mirada de
los gobiernos (o por lo menos del mexicano) los traduce en políticas públicas
encaminadas a la idea de las estampas culturales, pueblos románticos con
paisajes pintorescos. Es decir, identidades que parten de las “diferencias oficiales
permitidas”, institucionalizadas, y que dan pie a una interculturalidad acrítica,
funcional, carente de una teoría del poder que cuestione dichas relaciones
inequitativas y de dominación entre culturas y entre personas.
Las relaciones de poder y la dominación están cimentadas en la violencia
simbólica, un proceso que surge de una colonización del ser o colonización
“interna” desde el poder y la dominación. Es un proceso inconsciente de
aceptación e interiorización de la dominación por el dominado. En este sentido,
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