Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de La Nueva Izquierda Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de | Page 94

de la alimentación de su bebé. La producción industrial de alimentos, de ropa y artículos para el hogar hicieron que comprarlos resultara más barato que producirlos artesanalmente, y así se redujo increíblemente las tareas domésticas de las mujeres; los electrodomésticos terminaron de liberar a la mujer de lo que poco tiempo atrás, habían sido grandes cargas laborales domésticas. Pero esta realidad —tal vez incluso más importante que lo anterior— también contribuyó a relajar los duros esquemas de división sexual del trabajo de otrora, en los que el hombre, por su trabajo fuera del hogar, no le competía hacer prácticamente nada dentro de él. Hoy la cocina, por ejemplo, es ta mbién un espacio masculino —basta ver programas y publicidades relativas a la gastronomía—; y de ninguna manera el hombre se encuentra eximido de la limpieza, el cuidado de los niños y otras tareas tradicionalmente femeninas. El crecimiento económico que vino de la mano del capitalismo creó asimismo las condiciones materiales para que las niñas, en lugar de ser retenidas en el hogar con tareas domésticas y trabajo no cualificado como solía ocurrir, fueran también enviadas cada vez en mayor proporción a recibir instrucción en instituciones educativas (no es casualidad que hayan sido los liberales decimonónicos los que mayormente pelearon por este derecho). Los distintos productos que en el mercado se han generado para asistir a la mujer durante sus ciclos menstruales, han logrado que esos días, que antes eran días muertos en los que la mujer debía resguardarse en el hogar, fueran cada vez más similares a cualquier otro momento del mes. La impresionante extensión de la esperanza de vida de nuestra especie[262], de igual manera, le asegura a la mujer que su paso por este mundo no se reducirá a la crianza de los hijos como en antaño. Los ejemplos nos llevarían todo un libro aparte. (Deberíamos agregar a modo de digresión: ¿No son acaso las mismísimas condiciones materiales e ideológicas que trajo el capitalismo las que posibilitaron el nacimiento nada menos que del propio pensamiento feminista que hoy lo combate?). Actualmente sabemos gracias a los índices económicos internacionales que aquellos países donde se cuenta con mayor libertad y apertura económica —es decir, con mayores grados de capitalismo de la manera en que lo hemos definido con Friedman—, es donde la mujer puede gozar de más amplios márgenes de libertad e igualdad respecto de los hombres. Un ejemplo de esto es el Índice de Libertad Económica en el Mundo (2011) que lleva adelante el Fraser Institute. El Cato Institute ha cruzado los datos de este último con indicadores sociales relativos a las mujeres, que se desprenden del Índice de Desigualdad de Género (IDG) del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (2010), y ha encontrado cosas asombrosas.[263] Entre otras, ha comprobado que la desigualdad entre hombres y mujeres es dos veces más baja en los países con una economía capitalista (0,34) que en aquellos que mantienen una economía cerrada y reprimida (0,67). Asimismo, otros indicadores nos resultan significativos: en los países económicamente más libres el