Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de La Nueva Izquierda Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de | Page 92
los padres de la Escuela Austríaca de Economía, llamaría al tipo de relaciones sociales
basadas en la fuerza “principio despótico”[257], el cual va desapareciendo con la
introducción de la mencionada institución del contrato en las sociedades, institución
cuya expansión efectivamente viene de la mano de la consolidación de la propiedad
privada. En efecto, el contrato se sale de la lógica de la fuerza física; establece un
intercambio pautado por reglas que han de cumplirse precisamente para evitar
relacionarnos a través de la fuerza. El papel que se reserva a la coacción queda
depositado en un tercero, que vigila el cumplimiento del contrato. El capitalismo, como
sistema basado en el reconocimiento y protección de la propiedad privada más que
ningún otro y parte del origen de nuestro Estado moderno —como organización que
vela por el cumplimiento de nuestros contratos—, es por ello un sistema donde el
contrato se nos muestra como elemento fundante de las más importantes relaciones
sociales.
Puestos al margen de las relaciones basadas en la fuerza física, el capitalismo
introduce en la sociedad lo que podríamos llamar la “lógica de mercado”, basada en la
posibilidad de beneficiarse sirviendo a los demás.[258] Si la fuerza física ha de estar
eliminada de mis posibilidades, la forma de obtener algo que deseo ya no es dando con
un garrotazo en la cabeza del otro, sino ofreciendo algo a cambio que la otra parte
desee en mayor medida respecto de lo que se desprende. El “maldito mercado” al que
la izquierda tanto nos llama a temer, pues, no es otra cosa que una abstracción de
nosotros mismos y nuestras valoraciones; el mercado es simplemente el modo de
denominar al momento y el lugar en el que nosotros, las personas de carne y hueso,
podemos intercambiar libremente con otros para nuestro propio beneficio, quedando
sujeto nuestro éxito en el intercambio a nuestra capacidad de beneficiar a los demás. De
ahí que los grandes nombres de la historia, con el capitalismo, hayan pasado de ser
guerreros, caciques y tiranos, a inventores, científicos y empresarios.
Con el asentamiento progresivo de esta lógica que hemos descrito, la mujer fue
encontrando mayores espacios en la vida social. En efecto, el mercado es ciego —debe
ser ciego para lograr eficiencia— a datos no-económicos como la raza, la religión, la
etnia y, por supuesto, el sexo. No va de la mano de la lógica del mercado pagar más por
un bien simplemente porque quien lo ofrece sea hombre, en detrimento del mismo bien
ofrecido más barato por una mujer. En el mercado, cualquier empresa que sea lo
bastante estúpida como para prescindir de mujeres cualificadas o para pagar en exceso
a hombres no cualificados vería más rápido que tarde hundirse en el negocio, y ser
desplazada por otra empresa que no discrimine en función del sexo.
De la propia lógica de mercado puede entenderse por qué las sociedades han
tenido un antes y un después, un verdadero punto de inflexión, con la introducción del