Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de La Nueva Izquierda Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de | Page 91
también que en el pueblo Azteca la poligamia estaba reservada exclusivamente a
algunos hombres,[255] y en honor a la verdad, los ejemplos no son pocos aunque
exceden el espacio naturalmente reducido del que contamos en estas páginas.
Pero las exigencias de la propiedad privada y la acumulación de capital han
sido en el ser humano un factor fundamental para arremeter contra este esquema
relacional. Las mujeres y sus padres —especialmente de estratos materialmente
elevados—, celosos de cuidar los propios bienes familiares en los sistemas conyugales
—que eran traspasados al marido por regla general—, empezaron a presionar en el
sentido de la monogamia, para así evitar que lo propio terminara distribuido y
fragmentado entre otras muchas eventuales mujeres que el hombre pudiera tomar. Y
vale subrayar: todo esto no como resultado del valor amor —que se vinculará al
matrimonio mucho más adelante, como otro importante resultado de la institución del
contrato— sino por un primitivo cálculo capitalista. A estas fuerzas materiales deberían
sumársele otras de orden espiritual, que vinieron de la mano del cristianismo: “no
desear a la mujer ajena”, importante mandamiento cristiano, habla a las claras de una
nueva moral que apuntala la monogamia.
Es interesante, y del mismo modo afirmativo de lo anterior, lo que ocurre con el
mundo feudal. En efecto, es el esquema de propiedad feudal y el primitivo cálculo
capitalista que de él deriva, el que dio cabida a nuevos espacios de poder y
protagonismo a las mujeres (de la nobleza, claro). En efecto, la lógica de acumulación
se enfrentó en muchos casos, bajo esquemas de herencia reservada a los hijos varones,
a la posibilidad de perderlo todo si una familia sólo había engendrado mujeres. Así fue
que la herencia, por necesidades materiales dadas por el sistema de propiedad vigente,
se fue extendiendo en algunos casos a herederas femeninas. Lo mismo ocurrió con el
poder político: a falta de hijos varones, se fue haciendo necesaria la extensión de lo
que hoy llamaríamos “derechos políticos” a las mujeres para mantener a determinadas
familias en el poder. La monarquía de la Casa de Trastámara de Castilla es apenas un
ejemplo al respecto. Y el importante rol que las mujeres empezaron a jugar en las
cortes es bien conocido: Isabel la Católica, Isabel de Inglaterra, Catalina de Rusia,
Cristina de Suecia, esta última claro ejemplo de cómo se transformó el esquema de
sucesión masculina del poder a una femenina a partir de la ausencia del hijo varón. Es
dable agregar que, contrario a lo que el sentido común sobre la edad medieval nos
indica, en ésta se lograron algunos avances si la comparamos con el mundo antiguo y
pueblos indígenas: en Inglaterra, el sur de Francia y en la zona centro-europea, se
impusieron severas multas y castigos (conocidos como legerwite) al abuso y la
violencia sexual contra la mujer, por ejemplo.[256]
Pero volviendo a la situación original de la mujer, Ludwig von Mises, uno de