Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de La Nueva Izquierda Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de | Page 89

que a sexualidad refiere, la ciencia ha dado enormes pasos que están muy alejados de lo que las ideólogas del feminismo pretenden, esto es, reducir todo a una explicación cultural que permita, a la postre, la llamada “deconstrucción” (o mejor dicho, destrucción) de nuestra cultura. Pero si bien los neurocientíficos, como hemos visto, tienen muy en claro que el cerebro, además de guardar condicionamientos pre-natales en términos de sexualidad, efectúa toda una serie de operaciones muy complejas cuyas pautas no están ubicadas en los marcos culturales, no caen tampoco en el monismo explicativo reduciendo todo a cuestiones biológicas: al contrario, tienen muy presente la relevancia de la cultura para el ser humano, pero sin hacer de ella el factor explicativo exclusivo y excluyente. El antropólogo y sociólogo Roger Bartra ha propuesto por ejemplo una “antropología del cerebro” en la cual el pensamiento es una herramienta que nos sirve para reencontrarnos con el objeto y, para ello, naturalmente el cerebro debe poseer conexiones con lo cultural: “El cerebro depende de usos de procesos simbólicos, mediante los cuales las redes neuronales se van imbrincando con los productos de la cultura: es que el cerebro, si es pensado como espacio topológico, es a la vez un adentro y un afuera”.[248] Así, la sexualidad en el ser humano ha de entenderse como un complejo entrecruzamiento de naturaleza y cultura; ni naturaleza con prescindencia de cultura (porque la sexualidad sería puro instinto, desprovisto de particularidad y función social), ni cultura con prescindencia de naturaleza (porque se haría inaprensible la universalidad del sexo, sus reglas y su función natural). Pero en la dialéctica cultura-naturaleza, las formas culturales que triunfan son aquellas que van de la mano con las condiciones y límites que la naturaleza establece; caso contrario terminaremos fingiendo orgasmos masturbando brazos con consoladores de colores y pretendiendo salvar el mundo con utopías lésbicas. VII- La mujer y el capitalismo Si se asume que la inmensa mayoría de las feministas son “de izquierda”, eso es porque sus prédicas suelen estar vinculadas a las luchas contra el capitalismo, al menos desde lo que nosotros hemos definido como segunda ola hasta nuestros días, tal como ya hemos visto. Esto se vuelve todavía más visible si, procurando definir qué es el capitalismo, recurrimos a uno de sus máximos exponentes intelectuales, el premio Nobel de economía Milton Friedman, quien en Capitalismo y libertad simplificó el asunto diciendo que hay que llamar capitalismo al modo de organizar el grueso de la actividad económica por medio del sector privado operando en un mercado libre.[249] En efecto: ¿No había sido el nacimiento de la propiedad privada el origen del “patriarcado”? Si bien muchas feministas de la tercera ola entendieron que había reduccionismo en Engels, lo cierto es que no dejaron de ver en el capitalismo un pilar