Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de La Nueva Izquierda Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de | Page 87
tan normal como la de cualquier niña y difiere claramente de la forma masculina como
se comporta su hermano gemelo”, podía leerse en aquellas páginas sobre “Brenda”.
Así, el caso de Bruce, o Brenda, o David, fue a su vez presentado como un éxito en los
textos médicos y psicológicos sobre tratamiento de hermafroditas. C lara prueba de
cómo funciona el campo científico cuando la ideología se filtra en él, y son los hechos
los que se deben acomodar a lo que se piensa, y no lo que se piensa a los hechos.
En el año 2004, víctima de una depresión producto de sus traumas psicológicos
y existenciales, David Reimer se quitó la vida con una escopeta, habiendo dejado antes,
no obstante, un premonitorio testimonio en un filme documental que se interesó por su
historia: “Soy la prueba viviente [del fracaso de la ideología de género], y si no vas a
tomar mi palabra como evangelio, porque yo he vivido esto, ¿a quién más vas a
escuchar? ¿Quién más pasó por esto? Yo lo he vivido. ¿Tiene alguien que dispararse en
la cabeza y morir para que la gente lo escuche?”[240]
Años después de que Money vendiera el supuesto éxito de la conversión de
Bruce en Brenda, otro científico, Milton Diamond, revelará la verdad sobre el
experimento de Money al descubrir que la testosterona orienta a cada ser humano
incluso antes de nacer. El sexo, pues, no podía reducirse a la variable “crianza”.
Afortunadamente, hay todavía hombres y mujeres[241] de ciencia que se atreven a
mostrar y demostrar que la sexualidad no puede ser explicada sólo recurriendo a
factores culturales, sino que hay todo un trasfondo natural que, en todo caso, crea el
espacio donde la cultura puede inscribirse.
El psicólogo de Harvard Steven Pinker, por ejemplo, ha escrito una reveladora
obra titulada The blank slate (2002), donde se dedica a refutar a los negacionistas de la
naturaleza humana con arreglo a los aportes de la psicobiología y la neurociencia, y nos
muestra cómo la ideología de género del feminismo es un estorbo para la ciencia en
tanto que niega que el “género” posea una ontogénesis, una psicogénesis y una base que
no depende exclusivamente de lo sociocultural. Y es que como nos explica el propio
Irasuste, “hoy la neurociencia ha podido ya comprobar que eso que llamamos ‘género’
posee un núcleo biológico bien duro y profundo que ya comienza a configurarse por
distintos influjos hormonales intrauterinos, responsables de la sexuación
cerebral.”[242] Es sabido que tanto el andrógeno como el estrógeno, hormonas
masculina y femenina respectivamente, tienen efectos diferentes sobre el cerebro
durante el desarrollo fetal.[243] El biólogo Edward Wilson lo ha dicho de forma muy
clara: “La neurobiología no puede ser aprendida a los pies de un gurú. Las
consecuencias de nuestra historia genética no puede ser elegida por legislaturas”.[244]
Hay un pasaje muy interesante en la obra de Pinker, en la cual examina un