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simular un orgasmo violento.(…) La simulación del orgasmo se mantendrá durante 10 segundos. A continuación, la respiración se hará más lenta y profunda, las piernas y el ano quedarán totalmente relajados.”[ 208 ].
Notemos lo siguiente: la profesora universitaria debe recurrir a la simulación del orgasmo, pues en virtud de la naturaleza biológica y siguiendo este absurdo procedimiento, difícilmente aquél sea obtenido de manera real. Exactamente lo mismo debe prescribir cuando recomienda“ masturbarse el brazo con un consolador”:“ La duración total debe controlarse con la ayuda de un cronómetro que indicará el final del placer y el apogeo orgásmico. La simulación del orgasmo se mantendrá durante 10 segundos. Después, la respiración se hará más lenta y profunda, los brazos y el cuello quedarán totalmente relajados”.[ 209 ] Y al mismo recurso de simulación debe recurrir una y otra vez, en cada una de las prácticas propuestas, pues no otra acción que el fingir puede surgir de un acto que no va acompañado por las reglas que nuestro cuerpo natural establece. Nótese, en fin, lo patético de la propuesta queer en cuestión. Aclaremos que estos argumentos ya estaban presentes en el pensamiento de la propia Butler, cuando esta argüía que“ el hecho de que el pene, la vagina, los senos y otros elementos del cuerpo sean llamados partes sexuales es tanto una restricción del cuerpo erógeno a esas partes como una división del cuerpo como totalidad”.[ 210 ]
Aunque parezca ridículo tener que detenernos a demostrar que hay naturaleza tras la designación del pene y la vagina como órganos sexuales y erógenos, veamos rápidamente los datos que nos brinda la anatomía del cuerpo humano. En el caso de la vagina, la sensibilidad que se halla en esta zona es extrema: allí, el nervio pudendo, ramo del plexo sacro, recoge y conduce las impresiones sensitivas a través del nervio dorsal del clítoris y de los labios vaginales mayores. Asimismo, los nervios vasomotores acompañan a las arterias que, en el marco de la excitación, irrigan las formaciones eréctiles. Se sabe que la vagina contiene más de ocho mil terminaciones nerviosas. Durante el orgasmo femenino, los músculos perineales se contraen rítmicamente, debido a reflejos de la médula espinal, y las intensas sensaciones sexuales se dirigen al cerebro produciendo tensión muscular en todo el cuerpo. En el pene, la mayor sensibilidad se encuentra en el glande, posibilitada y conducida por los nervios genitofemonal e ilioinguinal, ramos del plexo lumbar. La erección es viable gracias a los ramos que provienen del plexo hipogástrico inferior en el cual participan los nervios esplácnicos pélvicos. Otros importantes nervios que posibilitan las funciones sexuales y de excitación son aquellos ramos que emergen de la hoja neurovascular lateroprostática, a la altura de la uretra membranosa. Se sabe que el pene cuenta con cuatro mil terminaciones nerviosas. La erección es la consecuencia de un aporte sanguíneo masivo al seno de los tejidos eréctiles que rodean la uretra bulbar y peneana, con la ayuda de los músculos bulboesponjosos e isquiocavernosos que